Desde Arahal al Nuevo Mundo: huellas de un pueblo andaluz en América
Arahal
Rafael Martín Martín, cronista oficial de la ciudad - COMENTARIO Nº 87
Rafael Martín - Desde Arahal al Nuevo Mundo - Comentario 87
Este título nos invita a recorrer un viaje histórico y cultural que va más allá de las fronteras geográficas. En este comentario queremos descubrir cómo las gentes de Arahal, con su identidad profundamente andaluza, dejaron su huella en tierras americanas a través de la emigración, la evangelización, el intercambio cultural, comercial y la transmisión de costumbres. Analizar esas huellas es, en definitiva, comprender el papel que los pueblos pequeños también han tenido en la construcción de una gran historia compartida.
Cada 12 de octubre recordamos una fecha clave: el día en que Cristóbal Colón llegó a América. Aquel encuentro entre Europa y el continente americano cambió para siempre el curso de la historia. En España, esta efeméride comenzó a celebrarse en 1918 como el Día de la Raza; más tarde, en 1958, pasó a llamarse Fiesta de la Hispanidad y desde 1987 se reconoce oficialmente como Día de la Hispanidad, fiesta nacional.
Rumbo al Nuevo Mundo
Tras el descubrimiento del Nuevo Mundo, se puso en marcha un proceso de colonización y asentamiento en el que participaron hombres y mujeres de toda la península. Entre ellos, también hubo vecinos de una pequeña villa sevillana, El Arahal, que desde muy pronto —ya en 1512— aparecen documentados embarcándose hacia América en busca de nuevas oportunidades.
Desde sus orígenes, Arahal ha mostrado un espíritu abierto, emprendedor y dispuesto a la expansión. En el siglo XVI, muchos de sus vecinos participaron en la repoblación de villas como Villamanrique o Puerto Real, reflejo de un dinamismo social y económico que pronto se proyectaría más allá del Atlántico. Así, algunos arahalenses se sumaron a las primeras expediciones hacia las Indias, impulsados por la esperanza de un futuro mejor, pero también enfrentándose a las dificultades de un viaje lleno de riesgos y requisitos, lo que dificultó enormemente esas ansias de descubrir nuevos mundos.
Puerto de Sevilla. Siglo XVI.
La Corona española regulaba cuidadosamente quién podía embarcarse. La Casa de la Contratación de Sevilla, fundada en 1503, supervisaba todo el proceso —más tarde se trasladaría a Cádiz en 1717—. Para viajar era necesario obtener una cédula de pasaje, demostrar la limpieza de sangre, no tener antecedentes y especificar el destino y motivo del viaje. Las mujeres solas necesitaban permiso especial o un acompañante; los menores, tutela. Cada pasajero quedaba inscrito en el Libro de Pasajeros a Indias. Este control hacía que solo unos pocos pudieran cumplir su sueño de cruzar el océano.
Entre los arahalenses que lograron hacerlo hubo evangelizadores, criados, familias enteras y, en menor medida, comerciantes o militares.
Apenas unos años después del último viaje de Colón, en 1512, una mujer de Arahal, Beatriz de Alfaro, hija de Juan de Alfaro y Juana Martín, conocida como “ La Vidala” emprendió rumbo al Nuevo Mundo. Fue, según consta el libro de pasajeros, la primera ciudadana arahalense que se atrevió a cruzar el Atlántico en busca de un destino incierto.
Transcripción: 183. Beatriz de alfaro. En dos de octubre de 1512 se registró beatriz de alfaro, hija de Juan de Alfaro e Juana Martin la Videla, vecina del Harahal, el cual paso en la nao de Rodrigo González Garrido.
Desde aquellos primeros viajes y hasta las independencias de los estados hispanoamericanos, muchos otros vecinos de Arahal siguieron ese mismo camino, dejando su nombre grabado en la historia de las dos orillas.
Algunos partieron como criados, una de las formas más comunes de viajar entonces. Acompañaban a religiosos o a personalidades importantes. Por ejemplo, Enrique Dorta viajó en 1569 junto a su esposa, Francisca de Gallegos, y sus siete hijos hacia Santo Domingo, donde sirvió como criado del arzobispo Fray Cristóbal Rodríguez Suárez, dominico que ocupó ese cargo entre 1566 y 1578. También Juan Pérez Garabito marchó en 1631 a Cartagena de Indias como criado de Fray Juan de Quiñones. En otros casos, acompañaban a altos cargos civiles, como Marcos García de Castro, criado de Juan de Villata, gobernador de Costa Rica, que partió en 1630, o Mateo López, que viajó en 1738 con el Marqués de la Puente y Sotomayor.
Otros vecinos, junto con sus familias, buscaban una vida mejor. Así lo hicieron Benito García, su esposa Ana Rodríguez y sus cuatro hijos, que embarcaron rumbo a Nueva España el 9 de septiembre de 1539. También Juana de Santana viajó con su marido y su hija hacia Santo Domingo en enero de 1567. Casos como estos se repiten a lo largo de los siglos.
Las mujeres arahalenses también tuvieron un papel destacado. Algunas viajaron solas, con una gran determinación y valentía. Entre ellas, Catalina Martín —que partió en diciembre de 1534—, Francisca de Chaves con sus dos hijas en 1554, o Catalina García con sus hijos en 1566. Todas ellas representan a esas mujeres que se embarcaron hacia lo desconocido buscando un futuro mejor.
Aunque el comercio no era una actividad predominante en Arahal —más centrado en la agricultura y la ganadería—, hubo figuras destacadas como Juan Leonardo Malo Manrique. Este vecino viajó en cinco ocasiones al Nuevo Mundo como comerciante de libros: en 1720, 1723, 1725, 1729 y 1732. Durante su tercer viaje, en 1727, sufrió un fuerte temporal en el canal de Bahamas, pero logró regresar a Cádiz. Ese episodio quedó inmortalizado en una de las pinturas de la bóveda central de la iglesia del Santo Cristo, una joya del barroco colonial cuya construcción él ayudó a financiar.
Pintura en la bóveda de la iglesia del Santo Cristo
También otros mercaderes, como los hermanos Bartolomé y Sebastián Valtierra, partieron hacia Nueva España ese mismo año, aunque poco se sabe de su destino.
La evangelización fue otro de los grandes aportes de Arahal al Nuevo Mundo. La villa, marcada por una profunda espiritualidad y una activa vida conventual, vio partir a numerosos clérigos desde los primeros años tras el descubrimiento. Entre ellos, Juan de Alfaro y Pedro Beltrán, que embarcaron en 1554 rumbo a Nueva España; Alonso de Carvajal y Juan de Alfaro en 1565 y 1569, respectivamente; Pedro de Solís, fraile dominico que marchó a Guatemala en 1681; o Jacinto de Coria, que viajó a Nueva España en 1689.
A ellos se sumaron otros evangelizadores que dejaron una huella profunda. Fray Juan de Toro, miembro de una familia acomodada, renunció a su posición para servir a los demás. Primero viajó a Nueva España y luego a Filipinas, donde llegó a ser procurador antes de regresar a América, donde murió en 1744. También Fray Pedro de Humanes, vinculado a la Hermandad de la Misericordia, siguió un camino similar: marchó a Nueva España y más tarde a Filipinas, donde alcanzó el presbiteriado y falleció en 1698.
Otros ejemplos son Fray Alonso Bommas, discípulo de Fray Juan del Arahal, quien predicó en la isla de Guadalupe antes de partir a Nueva España y Filipinas; o el jesuita Padre Monroy, que zarpó el 10 de julio de 1673 hacia Veracruz y posteriormente a México, desde donde viajó a las islas Marianas, donde encontró la muerte en 1677.
También hubo arahalenses que dedicaron su vida a la defensa de las posesiones españolas en América. Algunos sirvieron como soldados en la armada, como Martín López Florido en 1534, o como Miguel Calderón Ojeda, quien en 1690 llegó a ser teniente de alcalde mayor y capitán de guerra en Nueva Vizcaya. Otros ejemplos son Juan Álvarez, soldado en 1692, y Manuel Centurión, capitán de artilleros en Caracas en 1760.
Pero no solo hubo soldados: varios vecinos de Arahal alcanzaron cargos de relevancia en la administración colonial. Francisco de Otáñez fue contador en Guatemala en el año 1600, y Alonso de Santillana obtuvo en Nueva España el título de piloto de navegación.
Quiero cerrar este recorrido mencionando a una figura estrechamente vinculada a nuestra villa, aunque no nacida en ella: don Francisco Javier Venegas de Saavedra. Este ilustre militar español fue virrey de Nueva España entre septiembre de 1810 y marzo de 1813, periodo convulso marcado por el inicio de la independencia mexicana. En 1816, se le concedió el título de Marqués de la Reunión de Nueva España. Su vínculo con Arahal fue tan estrecho que su nieto, Francisco Javier Guajardo-Fajardo Venegas, nació aquí y heredó el título de tercer marqués de la Reunión de Nueva España.
fernando maquieira
D. Francisco Javier Venegas Saavedra. Virrey de México y 1º marqués de la Reunión de Nueva España
La mayoría de los arahalenses que cruzaron el océano no regresaron. En América formaron nuevas familias y construyeron una nueva vida. Su rastro, sin embargo, no se perdió: lo conocemos gracias a los llamados “Autos de difuntos”, expedientes judiciales o administrativos que se elaboraban cuando moría un súbdito de la Corona española en los territorios de ultramar, desde el siglo XVI hasta el XIX.
Estos documentos detallaban la muerte del individuo e incluían inventarios de bienes, testamentos y cartas de herederos, enviándose al Consejo de Indias. Gracias a ellos hoy podemos conocer muchos nombres y datos de arahalenses que vivieron y murieron en América, especialmente durante el siglo XVII.
El destino más habitual de los arahalenses que cruzaban el océano era Nueva España, uno de los virreinatos más importantes del Imperio español y núcleo de lo que hoy conocemos como México. Este virreinato se estableció en 1535 y, durante casi tres siglos, fue una de las entidades políticas, económicas y culturales más influyentes del Nuevo Mundo.
Su territorio era vasto: abarcaba no solo México, sino también Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica, gran parte del suroeste de los actuales Estados Unidos, además de islas del Caribe como Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo, e incluso las Filipinas.
El puerto de Veracruz fue la gran puerta de entrada al continente americano. Hasta allí llegaban los arahalenses que partían rumbo a Nueva España, aunque también hubo quienes se dirigieron hacia Perú, el segundo destino más frecuente entre ellos.
Sin embargo, la relación de Arahal con el Nuevo Mundo no se limitó a la emigración de sus vecinos. También existieron vínculos políticos, culturales y comerciales. Entre las figuras más destacadas se encuentra Rafael Antúnez y Acevedo, natural de Arahal, quien en 1792 fue nombrado ministro togado del Supremo Consejo de Indias. Este ilustre arahalense recopiló las Memorias históricas sobre la legislación y gobierno del comercio de los españoles con sus colonias en las Indias Occidentales, publicadas en Madrid en 1797.
En el ámbito comercial, Arahal y otras localidades vecinas —como Paradas, Morón, Mairena del Alcor, Alcalá de Guadaíra y Utrera— participaron activamente en el abastecimiento de víveres a la Armada de la Carrera de Indias, encargada de mantener el tráfico marítimo con América, especialmente a lo largo de los siglos XVI y XVII, período en el que el puerto de Sevilla era el lugar de embarque hacia el Nuevo Mundo.
Y en ese ámbito, nos encontramos con una gran sorpresa reflejado en el artículo Nuevos documentos inéditos sobre la labor recaudadora de Cervantes de José Cabello Núñez. En él se menciona una orden de contratación del 21 de febrero de 1593, mediante la cual Cristóbal de Barros, proveedor general de la Armada, encargó a Miguel de Cervantes, que era comisario de abastos para la Armada Real entre 1587 y 1593, la recogida de productos como trigo, cebada, queso, garbanzos y aceite en varias localidades andaluzas, entre ellas El Arahal.
Cervantes acordó las compras con los alcaldes y regidores, y el transporte de los productos estuvo a cargo del arriero Juan de Balbuena, quien llegó al pueblo para recogerlos. Este hecho nos deja una curiosa y fascinante posibilidad: que don Miguel de Cervantes Saavedra, el célebre autor de El Quijote, hubiera estado en El Arahal realizando gestiones para la Corona.
D. Miguel de Cervantes
Sin duda, este episodio es una muestra más de cómo nuestra villa mantuvo un papel activo en la vida económica y social del Imperio español y en su conexión con el Nuevo Mundo.
En definitiva, la relación de El Arahal con el Nuevo Mundo fue mucho más profunda de lo que podría parecer. A través de sus hombres y mujeres —soldados, religiosos, comerciantes y familias enteras— nuestra villa participó activamente en la gran empresa americana, dejando una huella que aún resuena en la historia compartida entre España y América.
Resulta especialmente simbólico que la primera persona de El Arahal que se embarcó hacia aquellas tierras fuera una mujer, Beatriz de Alfaro, ejemplo de coraje y determinación en una época en la que viajar significaba adentrarse en lo desconocido.
Y, como si la historia quisiera unir destino y literatura, siglos más tarde Miguel de Cervantes Saavedra —el autor más universal de nuestras letras— también tuvo relación con nuestra villa, cuando en 1593 fue enviado a El Arahal para gestionar el aprovisionamiento de víveres destinados a la Armada de la Carrera de Indias.
Así, entre la valentía de Beatriz de Alfaro y la presencia de Cervantes, El Arahal se alza como un testigo privilegiado de un tiempo en el que la fe, el esfuerzo y la palabra cruzaron los mares. Una historia que nos invita, todavía hoy, a mirar con orgullo nuestras raíces y a reconocer el legado de aquellos arahalenses que, con su ejemplo, llevaron el nombre de su tierra hasta el otro lado del mundo.
Sonia Camacho
Sonia Camacho es directora de Bética de Comunicación...Sonia Camacho es directora de Bética de Comunicación y fundadora de Estudio 530. Comunicadora andaluza con formación en Ciencias de la Comunicación, ha trabajado en España y Alemania en proyectos de marca. Vinculada a la radio desde joven, combina medios tradicionales con enfoque digital y creativo.