Copas y corazones

Morón de la Frontera

Me dicen que en fines de semana, por esos bares de copas de la ciudad teje su tela la araña de la extrema derecha, para atrapar en ella, como moscas, a los jóvenes desprevenidos que buscan solaz, entretenimiento, emociones fuertes y copas baratas. Y eso, copas gratis, es lo que les ofrecen los reclutadores fachas, a cambio de dejarse contar el cuento del paraíso franquista perdido, por culpa de tanto inmigrante invasor y tanto moro subvencionado y tanto rojerío transexual.

A propósito de eso, recuerdo yo que, siendo joven estudiante, recibí en la Facultad incontables invitaciones para merendar en el Colegio Mayor Guadaíra, por entonces y creo que aún hoy centro de captación del Opus Dei. Suerte que avisado por lecturas de los clásicos, afortunadamente prematuras, rechacé todas aquellas merendolas de proselitismo. Y gracias a eso, he alcanzado la vejez convertido en un sano racionalista, hecho a sí mismo sin necesidad de la envenenada fe que aquellos paniaguados te servían con el chocolate a la taza.

Mi consejo, jóvenes de hoy en día, es que hagáis algo semejante con el credo que intentarán colocaros. Vended cara vuestra ingenuidad. Mirad alto y hondo. Desconfiad de las jugadas de bastos y espadas, y aún más de los fáciles repoker de oros. Que no os den el cambiazo de baraja, y sobre todo que no os compren la vuestra de corazones con la suya de copas. Tampoco ellos vivieron aquel tiempo miserable de dolor, fanatismo y estupidez, del que hablan de oídas, por lo que les han contado sus abuelos de Fuerza Nueva o Guerrilleros de Cristo Rey. Yo sí que lo viví, apuré a fondo aquel cáliz al que no me invitaron. Antes bien, me lo impusieron, y la verdad, no os lo recomiendo. Pero sé bien que cada generación está condenada a tropezar en la misma piedra y a empezar desde cero la senda de los errores. Y como nadie escarmienta en cabeza ajena, votad lo que os parezca: a copas o a corazones. Aunque luego los oros se vuelvan bastos.