Cuando Alfonso XIII dio a El Arahal el título de ciudad
Trayectoria histórica de una comunidad en crecimiento


Arahal
Rafael Martín Martín, cronista oficial de la ciudad - COMENTARIO 89

Rafael Martín - Cuando Alfonso XIII dio a El Arahal el título de ciudad - comentario 89
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En el comentario de hoy vamos a hablar sobre la trayectoria histórica de la comunidad arahalense en crecimiento, un título que nos lleva a conocer la forma de nombrar y entender nuestra localidad a lo largo de su historia.
Al hablar de la historia de una comunidad, podemos observar cómo, a lo largo del tiempo, ha ido cambiando la forma de nombrarla y entenderla. En el caso de nuestro pueblo, esa evolución se refleja especialmente en tres términos que acompañan al topónimo Arahal a lo largo de las distintas etapas de su desarrollo histórico : lugar, villa y ciudad.
En este comentario quiero explicar el significado de cada uno de estos conceptos y cómo, según el momento histórico, han servido para definir y catalogar a nuestra comunidad.
El término lugar, con el que aparece mencionado El Arahal, se recoge en el primer documento escrito que da constancia de la existencia de nuestra localidad. Se trata de una carta del rey Alfonso XI, fechada en el año 1342, en la que se hace referencia al tercio de los diezmos del término de Morón, villa de la que dependía, lo cual no quiere decir que no pudo haber existido anteriormente no como sitio fortificado de primera línea fronteriza, sino como un lugar secundario del interior de la marca de Morón, abierto, de paso y relacionado con el ámbito ganadero, en donde los pastores de la comarca reunieran sus ganados en tiempos difíciles.
Hablar del lugar de El Arahal es referirse a un asentamiento que, hasta 1554, dependía de la villa de Morón de la Frontera. Fue ese año cuando el rey Carlos I le otorgó el título de villa, marcando así el inicio de su independencia administrativa.
Ya en 1461 se tiene constancia de una población estable, con cerca de 290 vasallos, según se recoge en el documento de permuta entre la Orden de Alcántara y el Marquesado de Villena. Ese mismo año, el 6 de diciembre, don Agustín de Espíndola, representante del marqués de Villena, tomó posesión del lugar en nombre de su señor, en la parroquia de Santa María Magdalena. Este acontecimiento fue documentado en el artículo Arahal en la banda morisca, siglos XIII-XV, del profesor García Fernández.
Aunque El Arahal no tenía jurisdicción propia y se encontraba bajo la autoridad del señorío de Morón, ya funcionaba como una comunidad rural organizada. Contaba con un concejo compuesto inicialmente por cinco cargos: dos alcaldes, dos jurados y un mayordomo. Con el tiempo, y gracias a las constantes reclamaciones de sus vecinos, se sumaron nuevas figuras como un alguacil y un escribano a principios del siglo XV, y más adelante, en 1474, se incorporaron dos regidores adicionales y un alcalde mayor. Esta fue la estructura política del lugar en el momento de la adquisición del título de villa en 1554.


Durante más de dos siglos de dependencia, siempre estuvo presente en El Arahal un fuerte deseo de autonomía. Esta aspiración se intensificó a comienzos del siglo XVI, cuando el lugar vivió un notable crecimiento demográfico, como refleja el censo de los pecheros de 1528 en tiempos de Carlos I, que ya elevaba a 746 el número de vecinos. El momento culminante de este proceso se produjo entre 1531 y 1540, durante la presencia en la localidad de Doña Mencía de Guzmán, viuda del III Conde de Ureña. Ella no solo gobernó el lugar activamente, sino que también designó a sus representantes y otorgó facultades similares a las de cualquier villa, sentando así las bases para la posterior independencia, como analiza el profesor José María Martín Humanes en su artículo El Arahal en el tránsito a la modernidad.
Finalmente, en 1554, El Arahal logró el ansiado título de villa, un paso crucial que le permitió librarse del control de Morón y consolidar su propio gobierno. Esta concesión trajo consigo autonomía judicial y administrativa, abriendo una nueva etapa en su historia que se prolongó hasta 1907, el período más largo de estabilidad institucional que ha vivido la localidad.


Lamentablemente, toda la documentación histórica anterior al 30 de junio de 1857 se perdió en un incendio, provocado por los trágicos sucesos de aquel día. Entre esos documentos se encontraba el privilegio original de villazgo, considerado uno de los textos más importantes de la historia de Arahal. Con él, Carlos I separaba oficialmente a El Arahal de la jurisdicción de Morón como reconocimiento a la ayuda económica prestada para el abastecimiento de las tropas en África, en una época en la que la Corona sufría una fuerte crisis financiera. Este dato está documentado por el archivero José Luis Moreno Delgado en su artículo El archivo municipal de Arahal: pasado, presente y futuro.
La concesión oficial del título se produjo el 20 de febrero de 1554, tras el pago de más de ocho millones de maravedíes, una suma considerable que permitió que Arahal fuese reconocida como villa “por sí y sobre sí”, es decir, con plena autonomía.
El profesor Martín Humanes, en el artículo antes mencionado refleja este proceso tanto el de solicitud que comenzó un año antes, en 1553, como el de su presentación y contenido. La solicitud se presentó ante la corte en Valladolid con el respaldo del IV Conde de Ureña. Como emisario fue designado Francisco de Salazar, vecino de El Arahal, y como enlace en la corte, el prestigioso doctor Luis de Molina. En la solicitud se destacaban las numerosas cualidades de la localidad, propias de poblaciones de mayor rango, así como las muchas incomodidades, abusos y conflictos sufridos por sus habitantes debido a su dependencia de Morón. Especial énfasis se puso en los problemas relacionados con la administración de justicia, la gestión de los recursos naturales y el cumplimiento de las leyes reales.
Finalmente, se aprobó el privilegio, el cual debía ser leído públicamente por un pregonero y escribano en las plazas de Arahal y en las localidades vecinas.


Toda este proceso ha sido recogido y publicado por la Diputación Provincial de Sevilla en una obra conjunta de los profesores García Fernández, Martín Humanes y del archivero Moreno Delgado, un libro de gran valor, titulado 1554 Privilegio de Villazgo de Arahal, que merece ser leído por lo que representa para la identidad y el legado de El Arahal.
Desde ese periodo, El Arahal entra en la modernidad arrastrando una diferencia socioeconómica clave que marcaría su desarrollo posterior: alrededor del 80 % de las tierras de cultivo estaban en manos del conde, lo que configuró una economía centrada casi exclusivamente en la agricultura. Esta actividad absorbía al 87 % de la población y generó una estructura social profundamente desigual.
Por un lado, una élite agraria representada por la Casa de Osuna y una oligarquía compuesta por grandes propietarios o hacendados, que apenas constituían el 5 % de la población activa. Por otro, una mayoría formada por pequeños subarrendadores —conocidos popularmente como pelentrines o malletes— y por los jornaleros, que representaban cerca del 70 % de los habitantes. Esta desigual distribución de la tierra y la riqueza tendría consecuencias evidentes durante los siguientes 250 años, marcados por constantes dificultades y tensiones sociales.


La entrada de El Arahal en el Nuevo Régimen, ya en el siglo XIX, trajo consigo nuevos cambios impulsados por las grandes reformas agrarias, especialmente a partir de la segunda mitad del siglo. Un hecho determinante fue el declive de la Casa de Osuna, que permitió el reparto de amplias fincas entre los jornaleros del municipio, alcanzando su momento más significativo durante la Restauración.
En este contexto destaca la figura de Don Eduardo Benjumea Zayas, miembro de una de las familias más influyentes del gobierno municipal. Político conservador y diputado en varias ocasiones por el distrito de Utrera (al que pertenecía El Arahal), ostentó el título de Marqués de Monteflorido. Gracias a su influencia en el gobierno central, presidido por Antonio Maura, logró que la villa de El Arahal recibiera oficialmente el título de ciudad, mediante Real Decreto firmado el 10 de diciembre de 1907 por el Ministro de la Gobernación Jesús de la Cierva y promulgado por el entonces rey Alfonso XIII. La noticia se publicó en la Gaceta de Madrid (n.º 346) el 12 de diciembre de ese año.
El Real decreto reflejaba lo siguiente:
"Queriendo dar una prueba de Mi Real aprecio a la villa de Arahal, provincia de Sevilla, Vengo a concederle el título de Ciudad, dado en Palacio a diez de Diciembre de mil novecientos siete."
Este nuevo estatus no solo supuso un reconocimiento simbólico por parte de la monarquía y del gobierno de Antonio Maura, sino también una distinción institucional que subrayaba la importancia histórica, demográfica, económica y cultural de la comunidad arahalense.
A partir de entonces, la identidad colectiva de sus habitantes se vio fortalecida, al sentirse parte de una ciudad con peso propio dentro del territorio. En aquel momento, el ayuntamiento constitucional estaba presidido por Don Antonio Arias de Reina Jiménez.


A lo largo de los siglos, El Arahal ha recorrido un camino único: de lugar a villa, y de villa a ciudad. Cada etapa de esta evolución ha estado marcada por importantes transformaciones políticas, sociales y económicas, que no solo han cambiado su paisaje, sino también el espíritu de su gente.
Lejos de ser una línea recta, su historia demuestra una enorme capacidad de adaptación ante los desafíos del tiempo, una identidad colectiva fuerte y un claro sentido de pertenencia. El Arahal ha sabido mantener sus raíces mientras avanzaba hacia el futuro.
Hoy, ya bien entrado el siglo XXI, sigue creciendo sobre los pilares de su memoria histórica, su riqueza cultural y el compromiso de sus ciudadanos. Entender su trayectoria no solo permite mirar con mayor profundidad su pasado, sino también imaginar, con esperanza y responsabilidad, el porvenir de una comunidad que sigue viva y en constante transformación.

Sonia Camacho
Sonia Camacho es directora de Bética de Comunicación y fundadora de Estudio 530. Comunicadora andaluza...




