A los Almacenes Camacho en alsina
Alsina Graells Sur era la empresa pero al vehículo rojo se le llamaba popularmente alsina

Aquellas alsinas de los años 70 son inolvidables. / Agencias

Almería
Decía mi padre que éramos una familia ‘rica’ en lo económico por parte y parte, y luego matizaba: “pero nosotros somos de la rama pobre”. Para que no se pierdan: Mi tío Juan ‘Saberes’ (su hermano) tenía Auto Moto Servicio y luego Saveres, y en Motril los hermanos de mi madre eran los Camacho, que tenían una gran tienda en el corazón de la capital de la Costa Tropical.
Dicho esto, toca bajar desde el Barrio de Los Ángeles con mi hermano Manolo. Dos niños de 12 y 10 años con su madre que les saca los billetes y se los encomienda al chofer de parte de, Manolo ‘Saberes’, al que conocían del gremio.
Aquellas Alsinas Setra Seida iban sustituyendo a las viejas Pegaso y Leyland. Eran todo confort y hasta Aguadulce era una pasada ver un vehículo tan grande por El Cañarete con unas curvas mirando al mar que daba miedo. Luego, la recta del Campo Dalías (El Ejido) como se decía en aquel tiempo y más curvas hasta llegar a Motril.
Siempre nos esperaban en la estación de la Calle Nueva, luego Camino de Las Cañas y más tarde La Posta. Era pisar Motril y dar un salto de calidad porque en casa de mi abuela María había cajas de Cruzcampo y Pepsi Cola porque mi hermana mayor, Elomari, fue para una semana y se quedó con la abuela toda la vida.
Aquella tienda vendía de todo y la llevaban los tres hermanos varones porque las dos hijas se casaron y vivían fuera de Motril. Teníamos todos los juguetes que salían en la televisión a nuestro alcance: lanas, colonias, jabones, confecciones... Aquellos Almacenes Camacho vendían mucho y nuestros tíos eran ‘ricos’.
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El viaje
Mi madre nos echaba la ropa justa para el verano o el invierno, porque en Motril siempre nos compraba mi abuela una ‘muda’ completa y unos ‘tenis’. Llegábamos con el equipaje en cajas de galletas Cuétara atadas con guíta porque nos daba vergüenza tirar de la maleta grande. Como yo era el menor, mi hermano Manolo pillaba la ventanilla y me dejaba el pasillo.
Veíamos el mar, la nieve antes de llegar a Adra, y el faro Sacratif a un paso de Motril, que salía como una estampa con el Cerro de La Virgen y su huerta tropical en lontananza. Bajábamos a toda prisa para merendar con un ‘Puleva’ de chocolate y todo. Mi hermana Elomari se encargaba de nosotros y mis tíos: Pepe. Antoñito y Miguelín despachando.
La tienda
La riqueza de la que hablaba mi padre no vino caída del cielo. Mi abuelo Miguel murió antes de cumplir los 50 siendo perito Agrónomo de la Granja de Experimentación del Estado. Sus cinco hijos con su viuda empezaron de cero y trabajando mucho compraron los Almacenes ‘Gualda’ y le cambiaron el nombre primero y la fisonomía después, gracias a esa vena emprendedora de José Camacho Hódar que antes había sido uno de los mejores ‘viajantes’ de Granada. Lo que hoy se conoce como comercial.
La familia
En aquella tienda se vendía de todo, pero nosotros al estar estudiando solo íbamos en verano y Navidad. Eran vacaciones que no tenían precio porque cuando había que vender los juguetes ya le echábamos el ojo a los que pedíamos por carta con la ventaja de no equivocarnos. Mi abuela era una cocinera extraordinaria a la que le regalaban siempre lo mejor de la Costa Tropical y nos mandaban ‘gordos’ para Almería. Mis tres tíos siempre nos invitaban a los mejores bares y cafeterías de Motril y como eran directivos del equipo de fútbol los domingos al partido gratis con el transistor de pilas.
Los regalos
Mi madre nos regañaba al regresar con esos regalos tan caros y con dinero ahorrado a base de propinas y la venta de los cartones de la tienda. Recuerdo llegar de Motril y poner en sus manos un buen puñado de monedas de plata de 20 duros (100 pesetas). Los pequeños de la casa también pillaban regalos, pero se los mandaban por la Alsina desde Motril antes del día de Reyes Magos. Mi padre tenía razón cuando decía que éramos ‘ricos’ por parte y parte a tenor del ritmo de vida en los Almacenes Camacho.
Almería
La vuelta era dura porque había que volver al ‘cole’ y se terminaban los ‘pulevas’ y las ‘pesicolas’ de golpe. En casa mis padres con 5 hijos (cuatro) porque mi hermana Elomari vivía en Motril: costaba llegar a fin de mes y mi ropa llegaba heredada de mi hermano Manolo y luego para Luis, que le tocó vivir el esplendor de Moreno Alarcón SA, que nos cambió la vida cuando mi padre entró a trabajar con don Juan de chófer. Nunca echamos de menos no ser ‘ricos’.

Tony Fernández
Redactor de Deportes de SER Almería. Llegó a la SER en 1996. Antes, en RNE. Más de 40 años de experiencia...




