Réquiem por un bar
Firma de opinión de Irene Contreras, Periodista Cordobesa

FIRMA DE OPINIÓN DE IRENE CONTRERAS 18/11/25
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Había una vez un bar que tenía espíritu de venta de carretera, y que reunía cada sábado a generaciones diversas al calor del cubata a 3 euros 50. El otro día me contaron que ese bar, que ya nos dio el disgusto de no volver a abrir tras la pandemia, amaneció un día convertido no en uno sino en tres o cuatro minipisos turísticos. De allí, donde empezaron tantas cosas, ahora entran y salen visitantes que no saben que un día aquel lugar fue un cruce de caminos, el templo del beber barato, la pista de despegue de muchas noches que acababan en otros bares que quizás ya tampoco existen o que no están hechos para nosotros.
No es que la noticia me sorprendiera: en esa calle apenas dos locales sobreviven aún a la pesadilla turbocapitalista como una aldea gala irredenta frente a la transmutación de los bajos comerciales y los apartamentos turísticos y los pisos para estudiantes a 300 euros la habitación. Era de esperar que ese bar, que un día fue nuestro bar, siguiera el mismo camino que sus vecinos: descuartizado en un manojo de lofts céntricos, buena ubicación, cocina equipada, 100 euros la noche en temporada baja, el doble o triple si reservas en mayo. ¿Cuántos cubatas a 3,50 haría falta vender cada noche para igualar ese negocio? ¿Puede la historia de una ciudad medirse en términos de coste/beneficio?
Hoy podríamos haber hablado del servicio de televidencia que va a contratar el Gobierno local con tal de despreocuparse del mantenimiento regular de las arquetas y los imbornales. De cómo los señores de la guerra se rifan los polígonos industriales y a los alumnos de FP básica entre aplausos y vítores de los que ya nos acordaremos. De por qué se nos mueren los ñandús pero seguimos dando de comer a las palomas. Pero al final, como pasaba cuando nuestro bar era todavía un bar, siempre acabamos hablando de lo de siempre: de la vida que nos quitan los que tienen más que nosotros. Ojalá esas conversaciones reverberen ahora como psicofonías y se cuelen en los sueños de algún turista.




