Lo de siempre
El Paso Cambiado de Julián Granado

Morón de la Frontera
La miserable política exterior de los Estados Unidos, en su área de influencia que es medio mundo, no cambia desde hace mucho. Llevan la guerra, abierta o encubierta, a los países que sufren un régimen no estrictamente democrático, con la excusa de derrocar al que ellos entienden como el cabrón de turno. Lo empezaron ensayando en el Vietnam de Ho-Chi-Ming y lo continuaron haciendo o intentando con la Cuba de Fidel. Pincharon allí en hueso. Pero lo consiguieron de pleno, a sangre y fuego, en el Chile de Allende. Y en el Panamá de Noriega, presidente al que raptaron acusado de narcotraficante para sentarlo ante un tribunal yanki. Así como les cuento, violando todas las fronteras del derecho internacional. Interviniendo como lo harían, presididos por uno u otro color, en todas las repúblicas sudamericanas a las que se les ocurriera votar a las izquierdas, al parecer una opción que Papá Washington no respeta en democracia.
La misma tónica siguieron empleando con los países del Telón de Acero, la Polonia de Jaruzelski, la Rumanía de Ceaucescu, la Serbia de Milosevic, la Alemania del Este. Allá donde la CIA ganaba la guerra que no había conseguido ganar el anticomunismo del pueblo. Y necesitados siempre de una bestia negra de recambio, ya desaparecido el demonio rojo se inventaron el islamista. ¡Oh, peligro de terrorismo internacional! Para conjurar el cual le declararon la guerra al Afganistan donde se escondía Ben Laden, y al Iran de los Ayatollas, con pretensiones nucleares. Y enviaron a sus muchachos contra el Irak de Sadam, que fabricaba armas biológicas, ¡tenemos fotos de los silos! Y contra la Libia de Gaddafi, por haber financiado no sé qué atentado aéreo… según decía la CIA.
Ahora, en el punto de mira de ese paranoico border line de Trump está Venezuela, por narcotráfico. Como si exclamara My God, he descubierto que aquí se fuma. ¿Y por qué? Porque el hijoputa de Maduro no es su hijo de puta. Todo en la línea de siempre, pero peor, porque el descarado fascista de la película es el que ahora ocupa la Casa Blanca. Así es que, a mi entender, el mañana con que soñamos muchos habría de ser un mundo geológicamente mejor. En el que la placa tectónica norteamericana se haya desgajado del resto, para deslizarse por fin camino de los infiernos. Es gracia que la Humanidad espera merecer.




