“Ni de los americanos ni de Morón”: los autores reivindican la verdadera historia de la Base Aérea que consideran de Arahal
Francisco Morillas y José Antonio Martínez reivindican que la Base Aérea, históricamente ligada a Arahal, ha sido atribuida injustamente a Morón.


El pasado 14 de noviembre se presentó Ni de los americanos ni de Morón. La base es de Arahal, un libro escrito por Francisco Morillas y José Antonio Martínez que pretende arrojar luz sobre el pasado, el presente y el contexto geopolítico que rodea a la conocida Base Aérea de Morón. Los autores subrayan que el objetivo de su obra no es enfrentar a ningún municipio, sino “denunciar la injusticia histórica” que, a su juicio, ha relegado a Arahal del protagonismo en una instalación militar que —afirman— se encuentra íntegramente en su término municipal.
El libro, basado en una amplia documentación, sitúa el origen de la base en el aeródromo Vázquez Sagastizábal, construido en 1940 como escuela de caza del Ejército del Aire. Aquel proyecto militar, impulsado por el capitán Julio Salvador Díaz-Benjumea, se levantó sobre terrenos de Arahal por sus condiciones meteorológicas y geográficas. Con la firma de los Pactos de Madrid en 1953 entre España y Estados Unidos, el aeródromo fue ampliado hasta 1960 y transformado en la base aérea que hoy conocemos.
Los autores no solo repasan la evolución de estas instalaciones, sino que también contextualizan su desarrollo dentro de un recorrido histórico, político y social que abarca desde la posguerra española hasta la Guerra Fría. Morillas y Martínez describen un Arahal devastado en 1940 por la violencia y el hambre, una España aislada internacionalmente bajo la dictadura de Franco y un mundo inmerso en el conflicto bipolar entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
Uno de los puntos más llamativos de la investigación es la renuncia —según la tradición oral— del alcalde de Arahal en 1940, José Oliva Montes, a que el municipio tuviera relación con el aeródromo. Aunque los autores no han encontrado el documento original que certifique esta decisión, sostienen que obedeció al rechazo de las élites locales a los cambios que podía traer el progreso. Aquella renuncia, aseguran, permitió que la base adoptara el nombre de Morón pese a hallarse en suelo arahalense.
La obra también aborda las repercusiones estratégicas de la base durante la Guerra Fría, incluida la amenaza nuclear. Los autores recuerdan el accidente de Palomares en 1966, cuando un B-52 estadounidense y un avión cisterna colisionaron tras despegar de la base de Morón, esparciendo cuatro bombas de hidrógeno —que finalmente no detonaron— y poniendo de manifiesto los riesgos asociados a los pactos militares entre Estados Unidos y España.
Morillas y Martínez sostienen que la base “seguirá donde está durante muchos años” debido a su valor estratégico para España y la OTAN, y llaman a los habitantes de Arahal a asumir esa realidad y a tratar de beneficiarse de ella, especialmente en términos económicos. “La guerra, por desgracia, es consustancial al ser humano”, reflexionan, afirmando que el papel geoestratégico de la instalación seguirá siendo determinante.
La presentación del libro ha despertado expectación entre vecinos y lectores interesados en la historia local y militar. Sus autores esperan ahora conocer la opinión del público sobre esta revisión crítica de una infraestructura cuya verdadera pertenencia, insisten, “no es ni americana ni de Morón: es de Arahal”.




