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Opinión

La Sevilla no eterna

El subdirector de Diario de Sevilla, Carlos Navarro Antolín, reflexiona sobre los cambios en la vida urbana de la ciudad

Carlos Navarro Antolín: La Sevilla no eterna

Noventa y tres años después no será la empresa Pagés la que gestione la plaza de toros de Sevilla. Decía Rodríguez Ibarra que desde que Felipe González se fue de la política, cualquiera se puede marchar, dimitir, renunciar o ser cesado de cualquier puesto. Morante se quitó la coleta, Pagés ya no estará en los despachos de la calle Adriano. Se nos cae todo lo que era sólido, que decía Muñoz Molina. Hasta la Semana Santa puede sufrir una reforma sustancial como es que se celebre en una fecha fija para ponernos de acuerdo con los ortodoxos.

Ni hay imprescindibles, ni eternos. Cierran negocios que suman muchas décadas de apertura (Labor, Cuadro, Calzados Catedral, Pichardo, Cervecería Internacional) y el colegio San Francisco de Paula comienza la operación mudanza para dejar el centro y asegurarse más décadas de actividad.

Todo, absolutamente todo, está en al aire en un santiamén. Al menos este miércoles reabre el bar europa de la calle Alcaicería. En el Paseo de Colón se levantan nuevos edificios, esperamos que con más acierto que los construidos en su día en la Palmera. Hay una Sevilla no eterna que nos resistimos a imaginar que no veremos más. Y es inevitable la renovación.

Somos nosotros los que pretendemos atrapar el tiempo, los que no queremos que desaparezcan los lugares donde un día vivimos, reímos, celebramos o a los que simplemente acudimos con alguien querido que ya habita en un mundo mejor. La Sevilla eterna es un recuerdo que necesitamos idealizar para sobrevivir. Todo pasa, la ciudad continúa.