“Morón recibe a un párroco diferente: joven, conectado y decidido a escuchar”
Ignacio del Rey, con 59.000 seguidores en redes, afronta sus primeros meses en Morón con una mirada pastoral abierta y cercana.
D. Ignacio del Rey nuevo párroco de San Miguel y San Francisco
Ignacio del Rey, nuevo párroco de la iglesia de San Miguel y San Francisco, afronta sus primeros meses en Morón con entusiasmo y una clara vocación de cercanía. Llegado desde Aznalcóllar, un pequeño municipio minero de Sevilla, asegura sentirse “muy bien acogido” y destaca la sorprendente familiaridad con la que el pueblo lo ha recibido. Explica que, aunque aún está descubriendo el carácter propio de Morón, su objetivo es integrarse plenamente en la vida local, convencido de que el sacerdote no debe mantenerse al margen, sino mezclarse con la comunidad para comprenderla y servirla mejor.
Una de sus prioridades es la juventud, a la que considera presente y no solo futuro. En su apuesta por una pastoral activa, ya ha impulsado encuentros mensuales en los que participaron, en la primera convocatoria, 189 jóvenes de entre 16 y 35 años. Para Del Rey, acompañar a los jóvenes es esencial, no como un plan para mañana, sino como una responsabilidad inmediata que la Iglesia debe asumir.
Su perfil resulta particularmente singular por su presencia en redes sociales, donde reúne a 59.000 seguidores. Aunque rechaza el término influencer, reconoce que las redes son un espacio clave para la Iglesia, pese a considerarlas “un lugar no del todo sano”. Cree, precisamente por ello, que es importante estar presentes de forma equilibrada, ofreciendo contenido que inspire y contraponga un mensaje diferente al ruido habitual de las plataformas. Su actividad digital se limita casi por completo a contenidos pastorales, que, según afirma, permiten llegar a personas a las que difícilmente alcanzaría de otra manera.
Su formación en Ciencias Políticas le permite leer la actualidad desde una perspectiva poco común entre los sacerdotes. Sin involucrarse en posiciones partidistas, advierte del clima de polarización que atraviesa la sociedad española y reivindica el valor del diálogo, el respeto y la escucha mutua como base para reconstruir la convivencia. Considera que el populismo, lejos de ser exclusivo de los extremos, es una tentación que puede afectar a cualquiera, y alerta del peligro de creerse en posesión de la verdad absoluta, un punto que, asegura, empobrece el debate y fractura la sociedad.
Del Rey también se pronuncia sobre temas de actualidad eclesial, como la posibilidad de un cambio de fecha en la Semana Santa para unificarla con la celebración ortodoxa. Restó importancia a la cuestión y recordó que los ortodoxos “son hermanos cristianos”, subrayando que el debate no debería despertar las pasiones que a veces moviliza en Andalucía. En el plano espiritual, observa en la juventud un renovado interés por la búsqueda interior y considera que la Iglesia debe saber acompañar ese despertar, evitando que quede reducido a una moda pasajera y ayudando a que la inquietud se convierta en verdadero encuentro.
Al abordar las noticias sobre abusos en la Iglesia, reconoce el profundo dolor que causan, especialmente entre los propios sacerdotes, y valora los esfuerzos actuales por apoyar a las víctimas y esclarecer los casos. Aun así, defiende que la salud del cristianismo sigue siendo sólida gracias al trabajo silencioso de miles de creyentes que entregan su vida con discreción y fidelidad.
Uno de los momentos más significativos de sus primeras semanas en Morón ha sido su encuentro reciente con el Papa León XIV. Consciente del valor simbólico de ese encuentro, quiso llevar al pontífice una representación del pueblo: dulces de los conventos locales, una reliquia de Santa Ángela de la Cruz y estampas de las hermandades de San Miguel y San Francisco. Para él, su misión está en Morón y, por eso, quiso hacer presente al pueblo en ese breve pero intenso encuentro.
Con esta mezcla de cercanía, sentido pastoral, mirada política y sensibilidad moderna, Ignacio del Rey inicia una etapa en la que aspira a construir comunidad, tender puentes y ofrecer un espacio de silencio, paz y encuentro en medio del ruido contemporáneo.
