Tiempo de mostos

Dicen que cada territorio tiene su forma de anunciar que algo grande está a punto de suceder. En el Marco de Jerez, ese anuncio no lo hacen los telediarios ni las redes sociales… lo hacen unas banderas rojas colocadas en carreteras y tabancos. Banderas que no avisan de peligro, sino de algo mucho mejor: el mosto ha nacido.

El mosto… ese vino joven, fresco, ligero, chispeante. Ese primer suspiro de la vendimia que aún no conoce la calma de la crianza, pero sí la verdad de la tierra. Un vino sin fortificar, honesto, que entra suave y que gusta a todos los paladares. Humilde, sí… pero valiente. Porque es la base de todo lo que vendrá después. Es el primer capítulo de cada año enológico.

Y junto a ese primer vino llega también el ritual más nuestro: el de reunirse. Los tabancos se llenan de voces, las casas de viñas abren sus puertas como si fueran templos cotidianos y, sobre las mesas, aparece la gastronomía que sabe a otoño: el ajo campero, la sopa de tomate, la berza jerezana, el menudo, los guisos que perfuman la cocina de siempre.

Hay algo casi poético en esto: mientras el mundo corre, en las zonas rurales seguimos celebrando lo esencial. Un vaso de mosto y un plato de esos que te abrazan por dentro son, quizás, la forma más sencilla de recordar quiénes somos… y dónde nace todo.

Así que cuando veas esas banderas rojas, para un momento. No te están invitando solo a probar un vino: te están invitando a volver al origen, a brindar por lo que empieza, a saborear el año que acaba de nacer.

Entra en el tabanco, asómate a la casa de viña, pide una jarrita de mosto y un plato caliente. Brinda por la tierra, por la gente que la trabaja y por esta manera tan nuestra de decirle al mundo que aquí, en el Marco de Jerez… la vida sigue latiendo.

José Luis Baños