Un simple banco

Jerez de la Frontera

Algún alcalde colocó un banco, de los de sentarse, justo bajo el balcón de mi casa.

De manera que la vida diaria, las conversaciones, entran por la ventana como Putin en Ucrania; imposible evitar los chismes expresados a voz en grito.

Por ese banco desfila la vida, las realidades más cotidianas.

En ese banco recuperan el resuello ancianos que pasean por el carril bici, que por las aceras hay riesgo de quebranto. Y ahí acabó sus relaciones una pareja de jóvenes, a grito pelado, para en la madrugada siguiente, hacer la paces con distintos gritos. Ahí en ese banco, dos muy amigos discutieron acaloradamente de política, casi llegando a las manos, hasta hacerse muy enemigos. Ahí desguazan aparatos a golpe limpio los muchos que desgraciadamente tienen que rebuscar en la basura. Ahí se sientan inmigrantes para hablar con sus familias tan lejanas que no pueden evitar el vocerío. Y ahí, alguna vez, algún solitario se arranca por bulerías espantando a los viandantes.

Y con todas estas pinceladas dispersas, en torno a ese banco, pienso y se pinta una porción considerable del cuadro que vivimos.