El drama de la vivienda en Málaga: precios récord, falta de oferta y familias al límite

Málaga

Julio vivió más de veinte años en la casa familiar que heredó de su padre, en Capuchinos. Hoy, tras un contrato social incumplido y la venta de su vivienda a un fondo buitre, lo cuenta entre lágrimas: “Me pusieron 14 matones en la puerta, no podía salir de mi casa”. Su historia es solo una muestra del drama que atraviesan cientos de malagueños, atrapados entre precios desorbitados y una oferta que no da respuesta. Ya puedes escuchar los reportajes de Jesus Sánchez y Nieves Egea sobre la situación de la vivienda en Málaga.

Málaga despide 2025 como una ciudad que crece y atrae talento, pero también como una de las más caras para vivir en España. El precio de la vivienda usada supera los 4.000 euros por metro cuadrado, lo que sitúa el coste de un piso medio en torno a 300.000 euros, o bastante más según la zona. La vivienda nueva tampoco es alternativa: un piso medio supera los 600.000 euros. El incremento en solo un año supera el 15%, y respecto a los niveles previos a la crisis inmobiliaria, los precios son casi un 50% más altos.

El alquiler tampoco ofrece respiro. El precio medio en Málaga supera los 1.300 euros al mes, y en zonas turísticas o céntricas es casi imposible encontrar un piso por menos de 1.000 euros. El 65% de los alquileres en la provincia se concentra por encima de esa cifra, y en la capital, el 47% se sitúa entre 1.000 y 1.500 euros mensuales. Desde hace una década, los alquileres se han duplicado, y hoy hay familias que destinan más de la mitad de su salario solo a pagar la renta.

El problema no es solo el precio: faltan viviendas. En tan solo un año, Málaga ha generado casi 6.000 nuevos hogares más de los que se han construido, y la vivienda protegida es prácticamente testimonial, representando menos del 3% del mercado. A esto se suman la escasez de suelo, la burocracia administrativa y unos costes de construcción cada vez mayores, lo que ralentiza la oferta mientras la población crece a gran velocidad.

Las administraciones admiten la gravedad del problema. “No es solo Málaga, es todo el país, incluso Europa”, reconocía David Lucas, secretario de Estado para la Vivienda. La provincia compite en un mercado global: compradores extranjeros, inversores, segundas residencias y teletrabajadores con mayor poder adquisitivo presionan los precios. “Málaga tiene precios de gran ciudad, salarios de ciudad media y una oferta de vivienda de ciudad muy pequeña”, resume Manuel Méndez, decano del Colegio de Economistas.

Historias que duelen

Las consecuencias sociales ya son visibles y los casos particulares se multiplican. Entidades que trabajan con personas sin hogar alertan de que muchos usuarios tienen empleo pero no pueden asumir un alquiler. Familias enteras destinan más de la mitad de su sueldo a la vivienda y otras se ven obligadas a desplazarse a municipios lejanos o a separarse para poder alojarse temporalmente.

Julio, con una pensión mínima y una incapacidad del 100% tras superar un cáncer, fue desalojado pese a tener contrato en vigor. “Me pusieron 14 matones en la puerta”, relata. Antonia, en Carretera de Cádiz, teme el desahucio de su hijo y sus dos nietas: “Nos llaman okupas, pero somos los propietarios. ¿Dónde está la protección de los menores?”. Jorge, también expulsado de Capuchinos, vive en una pensión pagada por el Ayuntamiento: “No tenemos cocina ni nevera, comemos en comedores sociales”. Carmen, madre de una adolescente, lleva cuatro meses separada de su familia: “Yo puedo pagar un alquiler normal, pero cuando dices que tienes niños, te cierran la puerta”.

Desde la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, Rafael García advierte: “El desgaste mental y psíquico es brutal. Hemos tenido casos como el de la persona que se quitó la vida en Torremolinos”. Historias que ponen rostro a una crisis que ya no solo amenaza la economía, sino la salud de quienes la sufren.