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Cómo el olivo y el Ayuntamiento marcaron el Arahal del siglo XVIII

Política y economía de una villa en transformación (II Parte)

Arahal

Rafael Martín Martín, cronista oficial de la Ciudad - COMENTARIO Nº 94.

Continuando con el siglo XVIII, una etapa marcada por el cambio y la apertura hacia la modernidad, tras haber analizado en el comentario anterior la evolución de la población y de la sociedad, nos centramos ahora en cómo esta nueva mentalidad influyó en la vida política y económica de la villa de El Arahal.

Rafael Martín - Comentario 94 - Entre tradición y modernidad , II Parte

Rafael Martín - Comentario 94 - Entre tradición y modernidad , II Parte

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1. La política municipal.

La actividad política municipal se desarrollaba en la nueva Casa Consistorial, situada en la plaza nueva, que pasará a conocerse como plaza de la Corredera. Aunque el ayuntamiento conservaba las estructuras propias del Antiguo Régimen, su funcionamiento se vio cada vez más condicionado por la centralización y el control de la Corona, consecuencia directa de las reformas impulsadas por la dinastía borbónica tras su llegada al trono en 1700.

La máxima autoridad municipal era el corregidor, nombrado por el señor jurisdiccional —en este caso, el duque de Osuna—, aunque bajo la supervisión de la Corona. Este cargo fue desempeñado por figuras bien conocidas en la villa, como Fernando Laína Pernía, Antonio García de Córdoba o, el último del siglo José Bravo Torres, todos ellos hombres de plena confianza de los VIII y IX duques de Osuna, don Pedro Zoilo Téllez-Girón y Pérez de Guzmán y don Pedro de Alcántara Téllez-Girón y Pacheco.

Junto al corregidor, formaban parte de la corporación municipal los dos alcaldes ordinarios, representantes de los dos estamentos sociales —el noble y el estado llano—. Estos ejercían funciones judiciales de primera instancia y participaban en el gobierno local. Eran elegidos entre los vecinos principales, siempre bajo la atenta vigilancia del corregidor.

El ayuntamiento se completaba con los regidores, que en El Arahal eran dos y constituían uno de los pilares del gobierno municipal, ya que gestionaban asuntos clave como la hacienda local, las obras públicas, el abastecimiento y la policía urbana. A ellos se sumaban los jurados, tres en total, cuya función era representar al vecindario, especialmente al estado llano. Estos jurados daban voz a los intereses del común dentro del cabildo, vigilaban el reparto de tributos, supervisaban los padrones municipales y velaban por la equidad fiscal. Además, intervenían en la regulación del abastecimiento de productos básicos y colaboraban estrechamente con el síndico personero, figura esencial en la defensa legal de los vecinos.

También formaban parte de la corporación los dos diputados de abastos, encargados de controlar los suministros; el escribano del cabildo, responsable de la documentación oficial; el mayordomo o tesorero, encargado de las finanzas municipales; y los alguaciles y alcaldes de Hermandad, dos en total, dedicados al mantenimiento del orden público y la seguridad en el ámbito rural.

La renovación de los cargos era con carácter anual, aunque en la mayoría de los casos, la continuidad era un factor común, dándose casos en los que gobernaron durante varios años seguidos.

En conjunto, la corporación municipal de El Arahal estaba integrada por catorce cargos, responsables de dirigir la vida política local en un siglo de profundas transformaciones, en el que, pese a la persistencia del modelo tradicional, comenzaban a percibirse los primeros signos de cambio hacia una administración más moderna.

El Consejo municipal fue ganando importancia durante este periodo, al mismo tiempo que el señorío jurisdiccional iba perdiendo el poder que había tenido en sus orígenes y que ya había comenzado a debilitarse en el siglo XVII. Con la llegada de los Borbones al trono, se impulsó una política destinada a recuperar el control de pueblos y villas que habían sido entregados en los siglos anteriores, como ocurrió en El Arahal. Esta iniciativa estuvo motivada, en gran parte, por los problemas económicos de la Real Hacienda.

En este contexto se creó, en 1737, la Junta de Baldíos, cuyo objetivo era frenar los abusos y las usurpaciones de tierras comunales. Los ayuntamientos aprovecharon esta medida para presentar pleitos contra los señores, con el fin de recuperar terrenos perdidos. En El Arahal, destaca el pleito iniciado en 1740 para recuperar las dehesas de Casula, Casulillas, Casablanca y La Gironda, junto a otros muchos que se desarrollaron en la segunda mitad del siglo.

Como resultado de estos conflictos, el duque de Osuna fue perdiendo progresivamente poder y tierras, en un proceso de enfrentamientos continuos con la villa que se remontaba ya al siglo XV. El siglo XVIII fue especialmente conflictivo, con numerosos pleitos promovidos tanto por particulares como por el propio Cabildo municipal.

Este desgaste marcó el declive de la Casa de Osuna desde mediados del siglo XVIII. El poder señorial, último gran sostén del Antiguo Régimen, fue debilitándose hasta quedar definitivamente superado con la Constitución de 1812, que sentó las bases del municipalismo liberal, introdujo la elección —aunque limitada— de alcaldes y concejales y puso fin a los antiguos concejos.

2. La Economía.

Durante el siglo XVIII, la riqueza de El Arahal continuó basándose casi por completo en la agricultura y, en menor medida, en la ganadería. En estos años se produjo un proceso clave: el adehesamiento y el cerramiento de fincas, que marcó el paso de una agricultura de carácter feudal a otra más orientada al beneficio y al mercado. De este modo se fueron consolidando las formas tradicionales del campo andaluz: cortijos, dehesas y haciendas.

El Arahal seguía siendo un señorío del ducado de Osuna, propietario de la mayor parte del término municipal. Esta situación apenas varió a lo largo del siglo, lo que explica la gran estabilidad de la propiedad rústica, mantenida prácticamente sin cambios desde finales del siglo XVI hasta el XIX.

En la comprobación del Catastro de Ensenada de 26 de enero de mil setecientos sesenta y dos se hace un balance económico general de El Arahal, que clasifica los ingresos según su origen ( legos y eclesiásticos), su actividad ( real, industrial y comercial) y calcula el beneficio neto total que asciende a 2.2080.809 reales de vellón. Refleja una economía agraria sólida, controlada por el señorío de Osuna y la Iglesia, bajo la atenta vigilancia del Estado Borbónico.

A nivel comparativo, con villas cercanas, El Arahal se sitúa al mismo nivel que Marchena, aunque con menor población, lo que refuerza la idea de una villa especialmente productiva.

Morón era más diversificada, pero El Arahal tenía una economía más especializada y orientada al mercado.

Osuna era más rica en términos absolutos, pero El Arahal destacaba por su alta rentabilidad agraria en relación con su tamaño.

Se muestra un cuadro en el que se reflejan las características de la economía de cada una de ellas (muévase la barra espaciadora para ver el cuadro completo)

AspectoEl ArahalOsunaMarchenaMorón
Tipo de villaAgraria señorialCapital ducalAgraria señorialAgraria mixta
Peso agrícolaMuy altoAltoMuy altoAlto
Industria agroalimentariaMuy desarrolladaMediaAltaMedia
ComercioActivo (arrieros) AltoAltoMedio
IglesiaImportanteMuy fuerteFuerteMuy fuerte
Total líquidoAlto por su tamañoMuy altoAltoMedio-alto

La villa de El Arahal contaba con una extensión total de 20.012 fanegas, de las cuales el 85% pertenecían al duque (17.213 fanegas). El resto correspondía a los propios del común, aunque con un número muy reducido de censos.

El sector primario era claramente predominante. La mayor parte de las tierras eran de secano, que ocupaban el 70% del campo arahalense, unas 14.100 fanegas, dedicadas al cultivo de trigo, albergones, garbanzos, habas, cebada y yeros.

La viña, siempre presente en la agricultura local, experimentó un notable crecimiento, llegando a duplicar su producción y ocupando más de 1.600 fanegas (8%). El resto de las tierras se destinaba a huertas, regadíos, frutales, pinares y monte alto.

Tras estos cultivos destacaba el olivar, producto emblemático de El Arahal, aunque a comienzos del siglo XVIII aún tenía un carácter incipiente y se destinaba principalmente a la producción de aceite. A este cultivo se dedicaban ya más de 3.000 fanegas (alrededor del 15%), y su extensión fue aumentando a lo largo del siglo en detrimento de otros cultivos.

La cultura del olivo comenzó a destacar en el plano económico en este siglo. La nueva mentalidad hizo que se conociera el carácter dadivoso de este árbol como su producto, que destacaban por su versatilidad. Muchos ilustrados de este período lo definieron como sustentador de la clase bracera: “ Difícilmente, sin su presencia, la clase bracera hubiera sobrevivido a tantas calamidades por las que tuvo que pasar a lo largo de la historia. Fue su pañuelo de lágrimas y consuelo de adversidades y toda la vida de nuestro pueblo ha girado en torno a este cultivo milenario.”.

Su carácter dadivoso se manifiesta en la multitud de aplicaciones tanto del árbol como de su fruto: nos da aceite para la luz, para alimento y para medicina; aceitunas para la mesa, madera para la construcción, leña para el hogar, incluso la corteza y las hojas se pueden usar como medicamentos.

Fue la base del inicio de la industrialización en nuestra localidad y en torno a él aumentaron los molinos aceiteros que, en torno a treinta y cinco, unos de viga y otros de prensa de torre, llegaron a crear una industria de importancia, con una gran producción de aceite que no sólo servía para suplir las necesidades de la propia localidad, aún muy incipiente ( sólo una media de seis litros anuales por habitante se consumía en aquel período) sino que se vendía a otras localidades, en especial a la capital.

                              Molino de viga. Cortijo de la Mata

Se usaba también para la medicina. En torno al 80% de las fórmulas magistrales de este período tenían en su composición el aceite y como producto dietético para suplir el aporte calórico de las proteínas, muy escasas en la dieta alimentaria; de ahí ese refrán popular de este período: Si quieres llegar a viejo, guarda aceite en el pellejo.

Imagen de archivo

Imagen de archivo / CSIC

Imagen de archivo

Imagen de archivo / CSIC

También la aceituna prensada, conocida como aceituna prieta, de influencia fenicia, se aprovechó para comer, formando parte de nuestra riqueza gastronómica y, gracias a su aporte calórico, junto con el pan negro y aceite formó parte del capacho del jornalero y del que se hizo eco el refrán popular que dice que más vale pan y aceitunas que estarse en ayunas.

También fue la base de una industria del jabón que se creó en este período en la localidad, con varios centros jaboneros.

Esta estructura productiva hacía que toda la economía local girase en torno a la agricultura, dependiendo en gran medida de las condiciones climáticas. La vida cotidiana de la población estaba marcada por los ritmos del campo y las campañas agrícolas.

Según recoge Gutiérrez Bravo en el Diccionario geográfico de España, El Arahal producía anualmente unas 40.000 fanegas de trigo, 30.000 arrobas de aceite, 13.000 de vino y 2.000 de vinagre. Trigo, aceite y vino eran abundantes, mientras que otros productos apenas cubrían el consumo local. Los excedentes se vendían en Sevilla y en otras zonas de la península, gracias a una red comercial sostenida por arrieros, una profesión muy arraigada en la villa, y por algunos corsarios encargados del transporte.

El Arahal carecía de fábricas, ferias o grandes mercados, por lo que la mayoría de sus vecinos se dedicaban a las tareas agrícolas. En épocas de máxima actividad —como la siembra, la siega o la recogida de la aceituna—, era necesario recurrir a mano de obra procedente de otros pueblos e incluso de Portugal para completar las labores del campo.

En cuanto a la ganadería, destacaba el ganado vacuno, especialmente el destinado al añojo, complementado con ganado yegüerizo, asnal, porcino y cabrío.

El sector secundario se limitaba a la transformación de productos agrícolas, principalmente trigo, aceituna y uva. En la villa funcionaban seis molinos harineros, uno perteneciente al Ayuntamiento y el resto en manos de la Iglesia o de particulares. Estos molinos abastecían a las atahonas y hornos repartidos por la localidad.

Para la producción de aceite, como se ha indicado anteriormente,  contaba con 35 molinos aceituneros, la mayoría de propiedad privada, aunque una parte pertenecía a comunidades religiosas. Por su parte, los lagares eran también numerosos —más de 43— y suministraban vino y vinagre a los 29 puestos de venta existentes en las viviendas de los propios vendedores.

El sector terciario tenía una presencia muy limitada. Incluía los servicios administrativos, tanto reales como señoriales y municipales, así como algunas profesiones liberales y oficios artesanos. En conjunto, estos sectores apenas representaban entre el 5% y el 6% de la población. El comercio se apoyaba fundamentalmente en los sesenta arrieros de la localidad y en tres corsarios, encargados de transportar los productos a Sevilla y a otras ciudades.

Así fue el siglo XVIII en El Arahal: un siglo de cambios políticos, con el poder señorial debilitándose, y de economía sólida, centrada en la agricultura y en la industria derivada de sus productos.

Y aunque la vida era dura, el campo y el olivo nos daban sustento y futuro.El Arahal de entonces preparaba el camino hacia la modernidad, mientras los duques y la Corona veían cómo la villa se transformaba.

Gracias por acompañarnos en este viaje al pasado. Nos escuchamos en el próximo programa.

Sonia Camacho

Sonia Camacho

Sonia Camacho es directora de Bética de Comunicación y fundadora de Estudio 530. Comunicadora andaluza...

 

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