Para revolverle a uno las tripas
Firma de Opinión del empresario Alfredo Romeo

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De lo que más me revuelve las tripas es el abuso del aparato estatal sobre el ciudadano porque son incoherencias flagrantes que ofenden al sentido común y diría que hasta casi la decencia... En este caso les hablo, claro, de la prohibición de tráfico en el entorno de la Mezquita-Catedral.
Esta medida, que entró en vigor por el incendio de una capilla de la Mezquita en 11 agosto y que en teoría iba a estar hasta el 29 de ese mes, sigue aquí. Y como decía Reagan, no hay nada más permanente que una medida temporal de la administración pública.
Miren, podría llegar a entender la medida si fuéramos radicales en la hiperprotección de nuestro Patrimonio. Pero, ¿qué ocurre con el transportista, con el pequeño autónomo o la empresa de reparto? Hay más de treinta negocios por allí. Para ellos, acceder no es un capricho, es una necesidad. Es la pérdida de tiempo, de paciencia y, sí, de dinero, que el mercado no perdona.
Pero lo que, permíntame, me jode, es ver que ese impedimento, inquebrantable para el currante que tiene que entregar un palé o llevar un paquete urgente, se esfuma por arte de magia para el político de turno.
El coche oficial, ese símbolo de lo público que algunos defienden como el único capaz de gestionar lo común, sí tiene vía libre para pasar, aparcar y estar el tiempo que se considere. ¿Por qué?
Si el objetivo es proteger el patrimonio, que la medida sea para todos. Si no es así, estamos ante otra afrenta del Poder Político que revestido de Democracia le recuerda al pueblo que las leyes son para el Pueblo, que para ellos no.
¿Nos enteraremos alguna vez que la sociedad no la mueven los coches oficiales sino la coordinación libre de miles de personas buscándose la vida? Leche, pónganoslo fácil.




