Balances
Firma de Opinión de la periodista Irene Contreras

Córdoba
No me gustan los balances de Año Nuevo porque los carga el diablo. En cuanto empiezo a hacer memoria, las buenas noticias sobre reindustrialización y dignidad obrera se me manchan de militarismo y puñaladas sindicales. Y no es porque me haya pillado, todavía, la epidemia del desencanto, sino porque los balances, como las portadas de los medios de comunicación locales, son una montaña rusa de contrastes y contradicciones.
Como intento militar en la esperanza, nunca me dejo llevar por los profetas del fatalismo que hablan de una juventud encandilada por el 'franquismo pop'. Confío en que solo hacen mucho ruido para opacar a una generación más solidaria, más justa, que lo va a hacer mucho mejor que nosotros, pero en el camino se me cruzan los análisis malintencionados, los augurios de las encuestas electorales y unas fosas que vuelven a taparse con el trabajo a medio hacer. Una bonita alegoría de un país que, a fuerza de resistirse a hacer Memoria, puede acabar perdiéndola por completo. En el tiempo de descuento de 2025 me aferro a la unión vecinal que sacó las maletas a la calle hace una semana para alertar sobre un futuro sin casas ni tiendas de barrio, pero entonces me avisan de que a mi calle le va a salir un nuevo negocio de apartamentos turísticos. Leo que a la gente le cuesta cada vez más mantener sus relaciones y cuidar sus vínculos por las exigencias de los ritmos capitalistas y me alivia tener a mis amigos en casa un año más, siguiendo por la tele la lotería y celebrando una pedrea en un décimo compartido entre 15. Luego pienso que ni aunque nos hubiera tocado el Gordo podríamos comprarnos entre todos una VPO de las nuevas de Vimcorsa, así que, en un mundo que no está hecho para la mayoría de la gente, el premio sigue siendo tener con quien quejarse.
En estos tiempos, militar en la esperanza es difícil, y más el día después de un sorteo del que sales igual que entraste. De todas formas, la única lotería que podría arreglarnos la vida sería la redistribución de la riqueza, y tal y como está la sanidad, sale más a cuenta tener salud.




