El optimismo efímero de la izquierda

Sevilla

Todo eran sonrisas y parabienes cuando Irene de Miguel logró el mejor resultado histórico PARA la izquierda extremeña el pasado 21 de diciembre. Apenas cinco días después, los mismos partidos que celebraban el éxito daban largas a una coalición muy parecida en Aragón. Salvo sorpresa, eso será lo que ocurra en Castilla y León en marzo y unas semanas después en Andalucía.

Hay quien pensó que la lección de Unidas por Extremadura podría cambiar el rumbo de la izquierda. Por primera vez desde hace años, el espacio se ensanchaba y no se estrechaba. La clave fue la debacle del PSOE, pero también una campaña pegada al territorio y una relación entre Podemos e IU engrasada tras años trabajando codo con codo.

¿Por qué eso no es posible en Andalucía? De un lado está el empeño de Podemos en Madrid de erosionar a Yolanda Díaz y de ahí el veto a cualquier alianza con Sumar. De otro, la decisión de IU de contar con los magentas a pesar de su escasísimo peso sobre el terreno. Tiene sentido, ya que el partido de Antonio Maíllo trabaja ya en la elaboración de una nueva cáscara para la izquierda donde está el partido de la ministra de Trabajo y, de momento no se ve a Podemos.

Ninguna de estas dos claves responde a un motivo puramente andaluz. La izquierda se reconfigura, otra vez, para que en las próximas generales haya una papeleta capaz de reunir a 3 millones de votantes. Sólo así puede sobrevivir la actual coalición. Pero para ello Andalucía volverá a ser laboratorio, una llamada de atención en los despachos de Madrid.

Las tres listas que competirán a la izquierda del PSOE no quedarán muy lejos de Vox cuando se cuenten las papeletas. Pero ni de lejos tendrán el mismo peso que los ultras porque el sistema electoral andaluz penaliza la división. No tenemos una bola de cristal, pero con esto mimbres no parece probable que en la noche electoral andaluza haya tantas sonrisas en la izquierda como el 21-D.