La crecida del Ebro no llega a ser extraordinaria y se queda en ordinaria. Aún así, cerca de 500 efectivos trabajan en minimizar los daños en los pueblos de la Ribera Alta del Ebro. De momento, el agua no ha llegado a los cascos urbanos y no han sufrido más afecciones que dos carreteras cortadas y campos y granjas anegadas. Las expectativas no se han cumplido y la riada ha sido menor de la esperada. El presidente de Aragón, Jorge Azcón, ha visitado el puesto de mando avanzado en Luceni y ha valorado los trabajos previos para evitar una mayor riada. «Laminar la salida de agua del embalse de Yesa ha supuesto que los caudales se rebajen en 500 metros cúbicos por segundo en su llegada a Zaragoza», explicaba Azcón. Las afecciones han sido mínimas, comparadas con otras riadas y se han visto afectadas dos carreteras la A-127 en Gallur y la CP-003 entre Boquiñeni y Pradilla de Ebro. Los trabajos ahora mismo se centran en achicar agua y en vigilar las motas. Jorge Crespo, jefe de Seguridad y Protección Civil, evalúa los daños «principalmente» en infraestructuras rurales como campos anegados. «Pero no los que más preocupan como las motas», explica Crespo. La punta de la crecida avanza hacia la capital aragonesa, que se espera que llegue este viernes y con un caudal de 1.600 metros cúbicos por segundo. El Ayuntamiento de Zaragoza se prepara y activa la alerta amarilla. «No se espera más que alguna zona, en torno a Movera, que cuando vienen estos momentos de mayor caudal tienen que evacuar» pero «realmente no se espera que haya ningún problema», ha asegurado la alcaldesa, Natalia Chueca. El pico de la crecida durará unas 9 horas a su paso por Zaragoza.