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Sociedad

Vuelve el 'Tratado del Puerto de Astún': No hay fronteras sólo montañas

Jaca fortalece las relaciones con Francia renovando este sábado este acuerdo de colaboración transfronteriza

Carlos Serrano alcalde de Jaca

Jaca y los ayuntamientos del valle del Aspe renuevan su acuerdo de colaboración transfronteriza

El Reconocimiento de las Mugas Fronterizas en Astún (término municipal de Jaca) y la Renovación de la Firma del Tratado de Vecindad, datan del siglo XII y une desde entonces Jaca con los tres municipios franceses transfronterizos de Etsaut, Cette-Eygun y Urdós. Se trata de un acuerdo que determina los derechos y usos de pastoreo en el entorno. Este año los actos se desarrollan bajo el epígrafe "No hay fronteras sólo montañas"

Este sábado los cuatro ayuntamientos realizan este “jumelage” acompañados de distintos agentes sociales y vecinos de los valles asisten desde las 11 de la mañana a los actos programados.

El tratado

La mención más antigua del tratado data de 1131 cuando el rey Alfonso I de Aragón concedió la utilización de los pastos fronterizos de Candanchú, la Raqueta y Espelengué a los monjes del hospital de Santa Cristina de Somport.

Dos siglos después, el rey Martín el Humano prohibió el disfrute de estos terrenos a los pastores del valle del Aspe por el apoyo de los franceses a favor del Conde de Foix y a principios del XVI, bajo el reinado de Fernando el Católico, los pastores galos habían vuelto a conseguir este derecho.

Coincidiendo con la decadencia de Santa Cristina, en 1513, Fernando el Católico concedió el puerto de Astún a la ciudad de Jaca, que así veía colmados sus deseos de contar con pastos pirenaicos para sus ganados. A cambio de los derechos de propiedad que compartía con los pueblos franceses de Urdos, Etsaut y Cette-Eygun, la ciudad de Jaca –por tratado de 1526- se comprometió a pagar un tributo bianual de 100 florines de oro por Astún, más 150 sueldos jaqueses cada año por Larraca y Larraqueta. Tributo, este último, cuyo recuerdo ha pervivido hasta nuestros días, aunque transformado en acto de buena vecindad entre Jaca y el valle de Aspe y reconocimiento simbólico de los mojones fronterizos.

Como manda la tradición, los franceses suelen ofrecer quesos y los españoles frutas y flores, simbolizando así el hermanamiento entre sus comunidades.