Nuestra relación con la muerte ha cambiado en los dos últimos siglos. La construcción de los cementerios ha ido alejando poco a poco la muerte de nuestras vidas. La esperanza de vida, más corta hace unos años, y los enterramientos que se realizaban en las iglesias mantenían presente con naturalidad la muerte en lo cotidiano. Ahora los cementerios son espacios alejados de las ciudades que solo visitamos por necesidad o en los días alrededor del primero de noviembre. Por eso, dedicamos hoy un programa especial para visitar algunos de nuestros cementerios más antiguos para descubrir las biografías de quienes ahora descansan. El cementerio del barrio de La Cartuja es el más antiguo de Aragón. Se construyó antes del decreto que ordenaba los enterramientos fuera de los núcleos urbanos, motivado por la epidemia de cólera que asoló las ciudades a principios del siglo XIX. La Cartuja se construyó en 1790 para enterrar a los enfermos del Hospital Nuestra Señora de Gracia (Hospital Provincial). Coincidió con la construcción del Canal y originalmente se quiso instalar allí, algo que no consintió el ilustrado autor del Imperial, Ramón Pignatelli; por eso cedió los terrenos que su familia tenía en el barrio zaragozano, alejándolo del Canal. En el cementerio de La Cartuja, que depende de la Diputación Provincial y que se comparte con los vecinos del barrio, están enterrados presidentes de la institución, diputados y alcaldes de Zaragoza. José Luis Angoy es el jefe de protocolo de la DPZ y nos lleva de visita al Panteón de la Caridad, espacio que acoge estos enterramientos. Con él repasamos las biografías del doctor Félix Cerrada, nacido en Hernani, pero muy vinculado a su familia de Utebo. Él, conocedor de los riesgos del tifus, diseñó la red moderna del alcantarillado de Zaragoza. Junto a él está Emerenciano García Sánchez, que impulsó el Banco Zaragozano y quien diseñó el cubrimiento del Huerva a su paso por Zaragoza. Patricio Borobio descansa también en este panteón. Fue el impulsor del tribunal de menores y lanzó el movimiento Scout, como alternativa de tiempo libro para los jóvenes. En este panteón también nos encontramos con la lápida de Genaro Casas y Sesé, profesor de medicina de Santiago Ramón y Cajal en Zaragoza. En el camposanto de La Cartuja también hay una zona dedicada a neonatos, cuyas tumbas están decoradas con una serie de cunas. Y entre las personas más jóvenes enterradas aquí, podemos ver la tumba de una niña austriaca, Edith Haas, refugiada de la Gran Guerra, acogida por la familia Gastón, y que falleció por enfermedad a los pocos meses de llegar a Zaragoza. Como dice su lápida tenía 13 años y los niños de Zaragoza le trajeron flores en el día de su sepultura. Angoy nos recuerda que llegaron a España “250.000 niños y niñas refugiados” desde Austria. Si visitas la Selva de Oza puedes encontrarte con los enterramientos más antiguos encontrados en Aragón. Existe una ruta megalítica que te descubre dólmenes y crómlech construidos hace más de 4.000 años y 2.500, respectivamente. En el primero se guardaban los huesos de los cadáveres en pequeñas cámaras y los segundos ya se realizaban ritos de incineración. En Fuentespalda, Teruel, nos encontramos en su cementerio con una de las mejores colecciones de estelas discoideas, elementos decorativos propios de la época medieval, aunque los de esta localidad del Matarraña fueron realizados en la época moderna y hoy pueden contemplarse junto a las tumbas reales. Se colocaban en el encabezado del enterramiento y algunos historiadores las vinculan con los templarios y los cátaros. Es el gran cementerio de Aragón. En su interior descansan los restos de casi 700.000 personas, la población actual de Zaragoza, un dato que confirma el tópico de que los cementerios se parecen a las ciudades de los vivos. Descubrimos su diseño modernista que se asemeja al de Montjuic, en Barcelona. Se inauguró el 15 de junio de 1834, tras la prohibición de los enterramientos intramuros de las ciudades por las epidemias de cólera, provocada por la descomposición de los cuerpos, que antes se enterraban en las iglesias. Por eso, las principales parroquias de la ciudad, San Pablo, San Miguel o Torrero, mantuvieron sus disputas con los gobernantes municipales de cara a poseer la mayor extensión posible de terreno dentro del camposanto en el lucrativo negocio que iba a suponer el entierro de sus feligreses fuera de la ciudad. El de Torrero es un cementerio aconfesional, por eso en su interior se llevan a cabo enterramientos evangélicos, budistas, adventistas, civiles, musulmanes y cristianos, que representan el 96% de las ceremonias. Carmen Forga, la directora del Servicio de información y Atención al Ciudadano del Área de Urbanismo, cuenta que «se observa ya un cambio en las nuevas generaciones en cuanto a la manera de despedir. Se opta por reuniones donde hay participación del público, son ceremonias más espontáneas e incluso se hacen despedidas alegres». En este especial del primero de noviembre conocemos cómo se afronta el duelo desde el teatro y el cine. Una compañía vasca acaba de representar en la capital aragonesa Rumbo desconocido, una propuesta en la que se mezcla una compañía profesional, Utopian, con testimonios reales del público sobre sus duelos. La experiencia es muy enriquecedora para los asistentes, que aprender a convivir con el duelo de una forma más natural. En cuanto al cine, las tres películas aragonesas más importantes de este año, La estrella azul, La virgen roja y Los destellos, son propuestas en las que sus directores, Javier Macipe, Paula Ortiz y Pilar Palomero, tocan el duelo desde diferentes puntos de vista.