"No deberíamos perder todo lo que se consiguió hace 50 años"

Zaragoza

El programa Hoy por hoy Zaragoza comienza una serie dedicada a recoger la memoria viva de la transición contada a través de los testimonios de las mujeres que militaron en los movimientos vecinales. Poco se ha hablado de ellas y, sin embargo, fueron claves para empujar hacia la democracia, como ha recordado en el programa, el historiador Julián Casanova. En el caso de Zaragoza, Torrero o Picarral fueron barrios con un movimiento vecinal muy activo que reivindicó condiciones de vida dignas en unas calles que carecían de servicios básicos.

El primer testimonio que escuchamos es el de María Jesús Gutiérrez, que desde Torrero, y después la Paz, colaboró en el incipiente movimiento participativo de las ciudades, las asociaciones de vecinos. Chus nos ha contado cómo era su barrio, Torrero, hace cincuenta años en una conversación tranquila en el parque de la Paz, un lugar que se ha convertido en un símbolo de conquistas para el barrio y para ella misma, al ser el resultado de una zona verde sobre las antiguas graveras ocupadas por población gitana.

María Jesús sitúa sus comienzos en la militancia vecinal en la década de los setenta. En 1972 comenzó a participar en la asociación de vecinos de Venecia —entonces inscrita como asociación de cabezas de familia—, un lugar que, además de ser refugio para la gente joven, fue también un espacio de debate y concienciación política. “En mi casa no se hablaba de política, aquí descubrí muchas cosas”, ha señalado.

La activista ha recordado la dureza de aquellos años, con detenciones y riesgos constantes en las manifestaciones contra la falta de libertades y las carencias básicas del barrio: transporte, alcantarillado, asfaltado o colegios. Ha narrado, también, entre risas y nostalgia, cómo una vez llevó en su moto un paquete de octavillas, temiendo que un accidente pudiera delatarla.

En sus recuerdos, las mujeres han tenido siempre un papel protagonista. Han sido mayoría en charlas, debates y actividades formativas, aunque el liderazgo recaía en hombres con más experiencia pública. Chus se ha definido como feminista “desde siempre”, aunque ha reconocido que en aquel contexto las reivindicaciones de género se han integrado en la lucha general por la democracia.

Su implicación no se ha limitado al barrio, en 1974 dio el salto al movimiento obrero, entrando en una gran fábrica y en el comité de empresa, donde ha comprobado el trato desigual hacia las mujeres. También tuvo relación con jóvenes procedentes de movimientos cristianos de base, que, pese a mantener su fe, rechazaban la estructura tradicional de la Iglesia y participaban activamente en la democratización del país.

La muerte de Franco supuso para ella un momento de ebullición. “Era lo que estábamos esperando, nuestro momento”, ha afirmado, aunque ha recordado que la represión no desapareció, sino que aumentó. En la memoria le ha quedado una anécdota de 1977, cuando un taxista les reprendió por darse un simple beso en la mejilla: “Eso no se me olvida, muestra lo que era vivir sin libertad”.

Comparando pasado y presente, Chus ha expresado su preocupación por el auge de discursos de ultraderecha y la cosificación de la mujer. Ha advertido de que muchos jóvenes desconocen lo que ha costado conquistar derechos básicos, como expresarse libremente o moverse sin miedo. “Parece que somos minoría los que defendemos estos valores, pero no podemos permitir que se pierda lo conseguido”, ha concluido.