Pueblos con vida más allá del 15 de agosto
Una mentoría para mujeres emprendedoras del medio rural, un teatro o jornadas de convivencia de pequeñas localidades son algunos de los mejores ejemplos que demuestran lo vivos que están algunos pueblos
Ejemplos de pueblos vivos
Aragón
Las fiestas de agosto han vuelto a llenar de gente muchos pueblos de Aragón, recordándonos que detrás de las celebraciones se esconden historias de quienes han apostado por el medio rural como lugar de vida y de futuro. Son ejemplos que demuestran que, más allá de la nostalgia, hay una verdadera voluntad de impulsar los pueblos.
Uno de esos ejemplos es el de Miriam, que nació en Zaragoza pero muy joven sintió la necesidad de vivir cerca de la naturaleza. Con apenas veinte años se trasladó a un pueblo y, tras varias experiencias en distintas localidades, terminó comprando casa en Undués de Lerda, en las Cinco Villas. Para ella, la tranquilidad, el contacto con el entorno y la posibilidad de cuidarlo han sido motivos suficientes para construir allí su vida. Su decisión muestra que la felicidad no siempre se encuentra en las grandes ciudades, sino en la serenidad que ofrecen los pequeños pueblos.
También la historia de Ángels refleja ese vínculo entre raíces familiares y futuro. Arquitecta de Barcelona, hija de madre de Ayerbe, decidió instalarse en este municipio oscense junto a su pareja, con quien ha impulsado dos proyectos paralelos: un estudio de arquitectura y una bodega. Ambos están ligados a la ecología y a la idea de “rehabitar” el territorio, de volver a relacionarse con la naturaleza desde disciplinas muy distintas. Su iniciativa combina la recuperación de un lugar con la creación de empleo y actividad cultural y económica.
El periodista Miguel Mena recogió en su libro Zaragoza, historias de ida y vuelta muchos casos similares: personas que regresaron a sus pueblos de origen para emprender proyectos de vida. Historias como la de Pedro Aparicio, alcalde de Orcajo, que decidió volver a su pueblo pese a trabajar en la Opel de Figueruelas. Durante casi treinta años recorrió más de dos millones de kilómetros en carretera para compatibilizar su empleo con residir en una localidad que hoy cuenta con apenas 58 habitantes. O la de Ángel Soria, que se marchó de Ricla con quince años y, tras décadas trabajando en la hostelería en San Sebastián, Madrid, Londres y Nueva York, regresó con 53 para abrir un restaurante que sigue siendo referencia en la comarca.
Otro ejemplo inspirador es el de Ana Marcén, de Leciñena. Su familia recuperó una variedad tradicional de trigo con la que levantaron un obrador de panadería, y ella ha ido más allá: se ha formado para convertirse en mentora y ha creado la comunidad Escuela Galanicas, desde donde acompaña a mujeres que quieren emprender en el medio rural. En apenas dos años ha formado ya a un centenar de ellas, ayudándolas a superar miedos y a liderar sus propios proyectos. Su trabajo demuestra que emprender en un pueblo no significa hacerlo en soledad, sino con redes de apoyo que internet ha hecho posibles.
También la cultura tiene su espacio en esta ola de revitalización rural. El actor y director Alberto Castrillo decidió recuperar la casa familiar en Murillo de Gállego y transformarla en un teatro. De allí nació el Manhattan Fest, un festival por el que ya han pasado artistas de primer nivel. Su propuesta combina creación, turismo y convivencia, y convierte al pueblo en un punto de referencia cultural. El proyecto tiene cinco años, arrancó con la pandemia. Castrillo cuenta que cuando la casa estaba en obras, algunas personas le preguntaban al albañil qué estaba haciendo y al responder que un teatro los vecinos se reían pensando que era una broma. Hoy este espacio acoge a artistas y grupos durante el invierno donde ensayan y ultiman sus estrenos antes de llevarlos al escenario, como si de una residencia se tratara y rodeados de naturaleza.
Historias distintas pero un mismo hilo común: el apego, las raíces y la búsqueda de una vida más serena. Cada una de estas personas ha demostrado que volver al pueblo no es un regreso al pasado, sino una forma de construir futuro.