Alcohol y jóvenes: la otra cara de las fiestas
Expertos y asociaciones recuerdan los riesgos del consumo normalizado en jóvenes y del auge de las bebidas energéticas

Zaragoza
Las celebraciones populares han estado marcadas históricamente por la presencia del alcohol. En España, este vínculo cultural se ha mantenido con fuerza y, en muchos casos, se ha normalizado hasta el punto de considerarlo un elemento indispensable en cualquier fiesta. Sin embargo, voces de expertos, asociaciones y responsables políticos han recordado en los últimos meses que el consumo excesivo de estas sustancias ha supuesto un grave problema de salud pública, especialmente entre los más jóvenes.
Según la última encuesta estatal sobre uso de drogas en enseñanzas secundarias, el 93% de los adolescentes entre 14 y 18 años ha reconocido que conseguir bebidas alcohólicas es fácil. En la misma línea, un estudio del CIS ha revelado que más del 83% de la población ha considerado el consumo de alcohol en hombres como un problema importante que requiere medidas preventivas por parte de las administraciones.
El Instituto Nacional de Estadística también ha aportado datos preocupantes: la edad media de inicio del consumo habitual se ha situado en 16,6 años para los chicos y 17,6 para las chicas. En respuesta, el Consejo de Ministros ha aprobado en marzo un proyecto de ley de prevención del consumo de bebidas alcohólicas en menores. La normativa ha buscado retrasar la edad de inicio y reducir prácticas como el botellón mediante una estrategia integral que ha involucrado a familias, centros educativos, servicios sanitarios y cuerpos de seguridad.
Entre las medidas, se ha contemplado la inclusión de contenidos preventivos en todos los niveles educativos, la limitación de puntos de venta cerca de centros escolares y la prohibición de publicidad dirigida a menores. También se ha reforzado la detección precoz en casos de intoxicación etílica y se ha previsto sustituir sanciones por programas de sensibilización, especialmente en menores.
El impacto en la salud y la cultura festiva
En el plano sanitario, especialistas han recordado los efectos del alcohol sobre el cerebro. El psicólogo Andrés Rodríguez, de la Asociación Augusta de Enfermos Mentales de Calatayud, ha explicado que esta sustancia nos quita el “freno de mano” del lóbulo frontal, encargado de regular la conducta, lo que provoca desinhibición y, en fases avanzadas, pérdida de coordinación y desorientación.
Desde la Asociación Cinco Villas de Alcohólicos y Adictos Rehabilitados, Félix Lahuerta ha advertido de que las fiestas pueden suponer el pistoletazo de salida para muchos menores. Ha subrayado que el alcohol, reconocido por la Organización Mundial de la Salud como una droga con un nivel de peligrosidad similar a la heroína, ha ocupado un papel central y normalizado en la sociedad española. En sus palabras, el consumo excesivo “ha sido como jugar a la ruleta rusa” y ha estado detrás de reyertas, agresiones e incluso muertes.
Lahuerta también ha criticado que figuras públicas y mensajes mediáticos hayan reforzado la cultura del consumo. Desde políticos que han promovido el brindis en terrazas hasta deportistas que han relatado sus excesos en vacaciones, los ejemplos han sido constantes. A su juicio, mientras no exista una prevención real y se hagan cumplir las leyes, los esfuerzos estarán condenados al fracaso.
Más allá del alcohol: el auge de las bebidas energéticas
El debate no se ha limitado al alcohol. Desde la política autonómica también se ha puesto el foco en las bebidas energéticas, cuyo consumo entre adolescentes ha crecido de manera preocupante. Isabel Lasobras, secretaria general de Chunta Aragonesista, ha recordado que el 46,2% de los jóvenes entre 14 y 18 años las ha probado. Además, ha advertido de los riesgos sanitarios que incluyen trastornos del sueño, taquicardias, hipertensión y alteraciones del comportamiento.
Por esto, la formación política ha pedido al gobierno de Aragón que tome medidas para su restricción para el consumo de menores. Lasobras ha destacado que comunidades como Galicia y Asturias ya han aprobado normativas pioneras que restringen la venta a menores e imponen multas significativas por infracciones. También ha señalado la necesidad de controlar la publicidad de estas bebidas, en muchos casos vinculada a eventos deportivos e influencers, con un efecto directo sobre los adolescentes.
La portavoz aragonesista ha defendido que regular no significa prohibir, sino establecer límites razonables de consumo, acceso y comercialización a partir de los 18 años. Sin embargo, ha subrayado que la prioridad debe ser proteger a los menores, del mismo modo que se hizo en su momento con el tabaco.
Una cuestión cultural y de salud pública
Las declaraciones recogidas en las últimas semanas han coincidido en un mismo punto: tanto el alcohol como las bebidas energéticas han sido sustancias con gran presencia en la vida social de los jóvenes y han generado importantes riesgos para su salud. Aunque algunas cuadrillas han demostrado que es posible disfrutar de las fiestas sin recurrir a ellas, la presión cultural ha sido fuerte y el camino hacia una prevención efectiva aún parece largo.
Lo cierto es que el debate ha dejado claro que el consumo de estas bebidas no puede seguir viéndose como una simple tradición festiva. En palabras de los expertos, la normalización del alcohol y de los estimulantes energéticos ha supuesto un problema estructural que solo podrá enfrentarse con leyes claras, educación preventiva y un compromiso real de toda la sociedad.




