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Alejandro, voluntario zaragozano en Ucrania: "Esta ciudad tiene que replantearse sus barreras arquitectónicas por la enorme cantidad de gente que viene del frente con miembros mutilados"

Un profesor de El Burgo de Ebro emplea su tiempo de vacaciones en elaborar comida para el frente y para zonas devastadas por la guerra.

Entrevista a Alejandro González Clavería, voluntario en Ucrania

Entrevista a Alejandro González Clavería, voluntario en Ucrania

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Zaragoza

Alejandro González Clavería ha relatado su experiencia como voluntario en Leópolis, también conocida como Leviv, una ciudad ucraniana de tamaño similar a Zaragoza y situada a apenas 90 kilómetros de la frontera con Polonia. Aunque se encuentra lejos del frente, ha vivido de cerca la dureza de la guerra, con bombardeos ocasionales y alarmas aéreas casi diarias que, con el tiempo, los habitantes han aprendido a relativizar, como se puede ver en el siguiente vídeo que ha grabado el propio Alejandro.

El profesor zaragozano, que da clase en Fuentes de Ebro, ha explicado que ha viajado ya en cinco ocasiones como voluntario a Ucrania desde 2023, movido por la indignación que le provocó la invasión rusa. Desde joven ha dedicado sus veranos a realizar voluntariados en distintos países, pero en este conflicto ha encontrado un compromiso especial. “Me parece una barbaridad lo que ha pasado y decidí echar una mano”, ha afirmado.

En Leópolis ha encontrado un lugar donde se siente feliz. Ha alquilado apartamentos compartidos con otros voluntarios y ha asegurado que, pese a la guerra, la ciudad mantiene un ambiente vibrante, con turistas ucranianos y extranjeros que llenan sus calles los fines de semana. Ha reconocido que allí trabaja muchas horas, pero también disfruta de la vida cultural y social que ofrece la ciudad.

Su labor principal se ha centrado en la Lviv Volunteer Kitchen, una cocina solidaria donde se preparan raciones de comida deshidratada destinadas al ejército y a la población civil en las zonas devastadas. Alejandro ha trabajado entre ocho y diez horas diarias en la preparación de platos que, al hidratarse con agua caliente, permiten alimentar a soldados en el frente o a comunidades desplazadas. La cocina produce unas 40.000 raciones semanales, un esfuerzo titánico frente al millón de combatientes que se calcula que forman parte del ejército ucraniano.

Además de comida deshidratada, el equipo también prepara platos frescos envasados con técnicas que garantizan una conservación de hasta 60 días, así como repostería que reconforta a quienes reciben los envíos. Alejandro ha reconocido que, aunque la tarea es dura, se siente profundamente satisfecho al saber que su trabajo tiene un impacto directo en quienes más lo necesitan.

El voluntario ha descrito también cómo la guerra está transformando Leópolis. La ciudad comienza a adaptarse a la gran cantidad de personas con discapacidades derivadas del conflicto. Ha contado que ha visto a jóvenes mutilados por explosiones y minas, y que las infraestructuras aún no están preparadas para atender sus necesidades. Las aceras adoquinadas dificultan el tránsito de sillas de ruedas y los trenes no cuentan con sistemas accesibles, por lo que los voluntarios tienen que ayudar personalmente a los heridos a subir y bajar de los trenes. Él mismo colabora con organizaciones que realizan esta tarea. "Vienen del frente en sillas de ruedas, sin piernas o sin brazos".

Alejandro ha visitado incluso el cementerio militar de la ciudad, que lamentablemente no deja de crecer. Allí ha comprobado cómo las consecuencias de la guerra se hacen visibles cada día. Pese a todo, ha mantenido el ánimo, convencido de que su labor es valiosa y de que su compromiso con Ucrania continuará.

Por último, ha reconocido que su familia sufre con sus viajes, especialmente su madre, que le pide que no vuelva. Sin embargo, ha asegurado que seguirá regresando mientras pueda, incluso con la idea de acercarse en el futuro a las zonas más castigadas del este del país. Con emoción ha confesado que ha sido un verano difícil, pero también profundamente gratificante: “Aquí soy feliz, trabajo mucho, pero también me divierto y siento que estoy donde debo estar”.

 

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