“No sé si vamos a poder con todo”: Figueruelas, un pueblo de 1.240 vecinos, ante la llegada de 2.000 chinos

Zaragoza

En Figueruelas (Zaragoza), aún no se ven ni las máquinas ni los operarios chinos que levantarán la futura fábrica de baterías de Stellantis. A pocas semanas de la llegada de la primera expedición de trabajadores del gigante asiático, en este pueblo de poco más de mil habitantes se respira expectación… y cierta inquietud por la escasa información disponible.

La inminente llegada de más de 2.000 ciudadanos chinos no ha alterado, por ahora, la rutina de los vecinos. A las nueve de la mañana, el café y el mini de tortilla siguen acompañando la tertulia de los habituales en el bar junto al ayuntamiento, mientras el sonido de las barredoras marca el ritmo de la jornada.

Las conversaciones ya no giran en torno a la fábrica… hasta que aparecen los medios. Aun así, como comenta Pili, jubilada de Opel, fuera de Aragón ya conocen a Figueruelas como “el pueblo de los chinos”.

“Tengo un apartamento en Calafell, y cuando voy en verano, lo primero que me preguntan es: ‘¿Qué tal con los chinos?’ Y yo les digo: ‘¿Pero qué chinos?’ Me responden: ‘Uy, que no hay chinos. Están llegando’. Pues no sé por qué camino, porque por mi pueblo no llegan”.

Por ahora, los vecinos solo han coincidido con tres trabajadores chinos, precisamente en el bar del pabellón, “tomando café”.

Licencias para construir un tablao flamenco

La falta de información oficial ha dado pie a especulaciones. Muchos dudan que se cumplan los plazos anunciados. Lo parece al visitar, junto a Pilar Oliveros, vecina del municipio, la explanada donde se levantará la fábrica: un terreno desierto, sin maquinaria ni casetas de obra, apenas delimitado por una valla mal cerrada.

La autorización para iniciar los movimientos de tierra salió del ayuntamiento de Figueruelas, un pequeño consistorio que ha visto cómo su carga de trabajo se multiplica. Los trámites más complejos pasarán por el Gobierno de Aragón, pero mientras tanto, el teléfono no deja de sonar.

Las llamadas llegan casi a diario: vecinos de pueblos cercanos ofrecen casas y pisos en alquiler, y empresarios de fuera de la comarca buscan terrenos para abrir restaurantes chinos… e incluso tablaos flamencos. En el único supermercado del pueblo, sin embargo, no esperan un gran impacto económico. Bárbara, su propietaria, bromea: “Si vienen a comprar, habrá que traer comida para ellos”.

Lo que realmente preocupa es cómo afectará este desembarco a los servicios básicos. En Figueruelas hay un solo médico, que además comparten con el municipio vecino de Grisén.

“Somos un pueblo pequeño, no llegamos a los 2.000 habitantes… y ahora parece que vamos a superarlos. Somos 1.240, y si desembarcan 2.000 personas, ¿cómo vamos a atenderlos? Solo hay un centro médico, un estanco y una peluquería… apenas un bar. No sé si vamos a poder con todo", explica Pili.

A pesar de todo, los vecinos confían en su capacidad de adaptación. Ya lo hicieron en los años 80, cuando llegó Opel. Por eso, en Figueruelas, las rutinas siguen intactas.