Zaragoza investiga cómo detectar la depresión a través de la voz y la IA

Zaragoza

La Universidad de Zaragoza se ha convertido en el nuevo hogar científico de Mariel Estévez, una investigadora argentina, doctora en física de partículas, llegada al Instituto de Investigación e Ingeniería de Aragón (I3A) gracias a una de las codiciadas becas Marie Curie de la Unión Europea. Su proyecto, tan innovador como necesario, pretende descifrar cómo la inteligencia artificial puede detectar la depresión a partir de simples grabaciones de voz.

Estévez explica que la tecnología ya permite crear sistemas capaces de decidir si una persona sufre depresión analizando patrones lingüísticos y acústicos. Sin embargo, su objetivo va un paso más allá: comprender en detalle qué aspectos de la voz utiliza realmente la IA para llegar a una conclusión. “Queremos saber qué características físicas está interpretando, desde la frecuencia a la velocidad del habla, y asegurarnos de que no se basa en factores irrelevantes como la marca del micrófono”, señala.

La investigadora insiste en que la clave del proyecto es la explicabilidad, una pieza que la IA suele dejar en sombra. Entender con precisión cómo la máquina evalúa cada caso permitirá que psiquiatras y especialistas confíen en ella como herramienta de apoyo. Y recalca un punto esencial: el objetivo nunca es que el usuario se autodiagnostique desde casa, sino proporcionar al profesional un recurso clínico fiable que complemente su criterio.

El trabajo se desarrollará en estrecha colaboración con psiquiatras y médicos del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, lo que permitirá validar los modelos desde el ámbito clínico real. Además de la depresión, estas técnicas podrían extenderse en el futuro a trastornos como la ansiedad o el estrés postraumático.

El camino que ha llevado a Estevez hasta Zaragoza es también parte de la historia. Formada como doctora en física de partículas en Buenos Aires, descubrió su afinidad con el I3A durante una estancia de dos meses. La combinación de un equipo afín, una línea de investigación que encajaba con sus intereses y una ciudad que le ofrecía calidad de vida a ella y a su familia terminó de convencerla. “Me encantó la universidad, la gente y la ciudad. Cuando surgió la oportunidad de pedir la beca, no lo dudamos”, relata.

Aunque su recorrido académico empezó lejos de la salud mental, para ella la transición es natural: la física proporciona un profundo dominio de la estadística, el análisis de datos y la modelización matemática, herramientas esenciales para interpretar la realidad… incluida la realidad de la voz humana.

El proyecto tendrá una duración de dos años y abre un abanico de posibilidades futuras, tanto en el ámbito académico como en el privado. De momento, Estevez afronta el reto con entusiasmo. Con su trabajo, Zaragoza suma un nuevo foco de investigación puntera y se consolida como un lugar atractivo para jóvenes talentos internacionales que buscan desarrollar ciencia con impacto real en la sociedad.