La energía como decisión colectiva: cuando el dinero, la tecnología y las personas han empezado a alinearse
cómo Zaragoza ha avanzado hacia comunidades energéticas que han permitido a la ciudadanía producir su propia electricidad y reducir la factura de la luz
SER Sostenibles 161225
Zaragoza
A veces no hemos cambiado las cosas porque nos hemos convencido de que no estaba en nuestra mano hacerlo. Hemos pensado que la energía, el dinero o la tecnología eran asuntos demasiado grandes, reservados a gobiernos o grandes empresas. Sin embargo, el espacio SER Sostenibles de esta semana ha demostrado que esa percepción ha empezado a romperse y que la transición energética también ha pasado por decisiones cotidianas y colectivas.
En Hoy por Hoy Zaragoza, Guillermo Orduña ha planteado uno de los grandes dilemas de la sostenibilidad: la tecnología ya ha permitido el cambio, pero el sistema económico y el uso que hacemos del dinero no siempre lo han acompañado. Para explicarlo, ha propuesto imaginar la factura de la luz no como un recibo inevitable, sino como una invitación a decidir de dónde procede la energía, quién la genera con nosotros y cómo se reinvierte el ahorro que se obtiene.
A partir de ahí, Orduña ha estructurado su intervención como una historia en tres velocidades: la del dinero, la de la tecnología y la de las personas. En la primera, ha compartido datos recogidos en un reciente congreso internacional sobre financiación climática. La inversión privada en proyectos climáticos ha crecido en torno a un 1,5%, mientras que la riqueza global lo ha hecho cerca de un 4%, una brecha que ha evidenciado que el problema no ha sido la falta de recursos, sino la falta de incentivos adecuados. Además, ha recordado que casi el 70% del capital privado destinado al clima se ha concentrado en solo cuatro países: Estados Unidos, Alemania, Suiza y Reino Unido.
La segunda velocidad ha sido la de la tecnología, que ha avanzado mucho más rápido de lo que solemos percibir. Guillermo ha relatado ejemplos recientes de empresas que han apostado por soluciones innovadoras: desde startups que han reciclado baterías para extraer grafito y producir grafeno con aplicaciones médicas y electrónicas, hasta proyectos que han utilizado imágenes de satélite europeas para medir la evolución de las zonas verdes urbanas y mejorar la planificación de las ciudades.
También ha destacado iniciativas que han reducido la barrera de entrada a la energía solar. Empresas que han ofrecido kits sencillos, con placas, baterías y aplicaciones de control, han permitido calcular el retorno de la inversión y han facilitado que incluso viviendas con balcones pequeños hayan podido generar su propia energía.
La tercera velocidad ha sido la de las personas, donde Zaragoza ha empezado a jugar un papel clave. Orduña ha explicado el impulso a las comunidades energéticas gracias a la Oficina de Transformación Comunitaria del Ayuntamiento, en colaboración con CIRCE. Estas comunidades han permitido que vecinos —sin necesidad de vivir en el mismo edificio— se hayan unido para instalar paneles solares en tejados públicos o privados y compartir la energía generada.
El ejemplo pionero ha llegado desde Luco de Jiloca, donde 27 vecinos han logrado reducir hasta un 50% su factura eléctrica y ahora han asesorado a otros territorios. En Zaragoza, proyectos similares se han desarrollado en el barrio Oliver, en el Actur y en otros distritos, con el acompañamiento de Ecología y Desarrollo.
Guillermo ha cerrado la sección con tres conclusiones claras: podemos colocar los incentivos, podemos ser parte activa del cambio y podemos organizarnos para producir nuestra propia energía. Porque, al final, la transición no ha sido solo tecnológica, sino también cultural. Y ha empezado cuando hemos dejado de pensar que no podíamos hacer nada.