Regalar menos, regalar mejor: cuando la Navidad ha sido una oportunidad para reconectar

Zaragoza

Muchas veces hemos comprado por inercia. Hemos asumido que la Navidad venía acompañada de prisas, listas interminables y bolsas llenas, sin preguntarnos demasiado por qué lo hacíamos así. Nos hemos contado una historia en la que regalar mucho equivalía a querer más. En SER Sostenibles, Guillermo Orduña ha invitado a detenernos y a revisar ese relato que hemos dado por hecho durante años.

En Hoy por Hoy Zaragoza, el espacio ha llegado en un momento especialmente sensible, marcado por conversaciones sobre el duelo y las emociones en Navidad. Desde ahí, Guillermo ha reconocido que este ha sido el programa que más ha preparado en todo el año, precisamente porque ha tenido un impacto directo en su entorno más cercano. Y lo ha hecho arrancando con una pregunta abierta: ¿qué historia nos estamos contando sobre los regalos?

Orduña ha compartido una reflexión generacional que ha servido de hilo conductor. Sus abuelos apenas recibían regalos; su madre compartía uno con sus hermanos; él y su hermano tenían uno cada uno; y sus hijas han llegado a recibir siete. Esa progresión le ha llevado a cuestionarse si más regalos han significado realmente más felicidad o si, por el camino, algo se ha desdibujado.

Apoyándose en una reflexión de Odile Rodríguez de la Fuente, ha recordado que la felicidad no ha sido un estado permanente de hiperestimulación, como a menudo ha promovido la sociedad de consumo. Desde ahí, ha presentado su top cinco de regalos sostenibles, pensados no tanto para acumular objetos como para generar recuerdos y vínculos.

En el quinto puesto, Guillermo ha situado la renaturalización como regalo. Ha propuesto experiencias de plantación de árboles y recuperación de espacios naturales, desde iniciativas privadas como Torres de Cribana, hasta asociaciones como Mandrágora o proyectos municipales como el Bosque de los Zaragozanos. También ha destacado las plantaciones vecinales en Valdespartera, donde el compromiso ha ido más allá de plantar y ha incluido el cuidado posterior.

El cuarto lugar lo ha ocupado una prenda con sentido, entendida no por su material o diseño, sino por su capacidad de durar y de pasar a otras manos. Orduña ha advertido de que hasta el 90% de lo que compramos acaba en la basura en pocos meses y ha defendido que el mejor regalo ha sido siempre el que se ha usado de verdad.

En el tercer puesto, los libros y cómics han aparecido como una puerta de entrada amable a la crisis climática. Títulos como Salvar el bosque o Extinción han permitido acercarse a estos temas sin caer en el catastrofismo, especialmente entre públicos jóvenes.

El segundo regalo más sostenible ha sido regalar tiempo y acceso: una suscripción, un documental o una experiencia cultural acompañada del gesto de facilitarla. Guillermo ha contado cómo, en algunos casos, el verdadero regalo ha sido ayudar a alguien a acceder a contenidos que, por sí solo, no habría sabido encontrar.

Y en el primer puesto ha situado aquello que nunca hacemos: una experiencia de reconexión con la naturaleza. Dormir al raso, observar estrellas, caminar con raquetas de nieve o simplemente pasar un día en el monte han sido ejemplos de regalos que no se envuelven, pero que se recuerdan.

La sección ha cerrado con otra reflexión de Odile Rodríguez de la Fuente: al final, lo que permanece no han sido los juguetes ni las máquinas, sino las experiencias compartidas en la naturaleza. Una idea sencilla que ha puesto en cuestión muchas certezas navideñas… y ha abierto la puerta a celebrar de otra manera.