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'Palabras de diciembre', un cuento contra el silencio

El escritor zaragozano Francisco Salvador nos regala una historia navideña sobre la pérdida, la memoria y el poder sanador de las palabras pequeñas

Cuento "Palabras de diciembre"

Zaragoza

La programación navideña ha vuelto a abrir espacio para la literatura con la emisión de Palabras de diciembre, el primero de los cuentos que ha cedido este año el escritor zaragozano Francisco Salvador. Autor novel, pero con una voz cada vez más reconocible, Salvador ha publicado recientemente su segundo libro de poesía, Minúscula, editado por la joven editorial Cábula, una obra que ha girado en torno a esas cosas pequeñas que, sin hacer ruido, nos salvan la vida. Ese mismo espíritu ha atravesado también este relato de Navidad.

El cuento ha situado al oyente en lo alto de una montaña, entre pueblos sin nombre y sombras persistentes, donde ha vivido desde hace siglos un anciano llamado León. Un personaje envuelto en leyenda, del que los libros antiguos han hablado como se habla del cierzo o de las piedras, y cuya historia ha estado marcada por una pérdida irreparable. Una noche de ventisca, cuando aún era joven, su mujer y su hija han desaparecido para siempre, y desde entonces el silencio y el dolor han habitado en él sin resistencia.

A lo largo del relato, Francisco Salvador ha dibujado a un León mudo, encerrado en su casa y en su pena, dedicando los años a pintar paisajes oscuros, bosques sin luz y soles ahogados por las tinieblas. Un personaje congelado en el tiempo, incapaz de pronunciar palabra, al que la víspera de Navidad ha venido a sacudir de forma inesperada.

Ha sido entonces cuando un grupo de niñas y niños ha irrumpido en su jardín nevado, rompiendo la quietud con juegos y risas. La reacción del viejo ha sido inmediata y furiosa, provocando la huida de casi todos… salvo de dos niñas, Nora y Noa, que han decidido quedarse. Su breve diálogo con León, cargado de inocencia y valentía, no ha encontrado respuesta, pero sí ha sembrado una idea.

Lejos de rendirse, las niñas han recorrido los pueblos pidiendo “palabras de diciembre”: aquellas que se dicen al calor del hogar, las que se pronuncian en Nochebuena y que guardan afecto, consuelo y memoria. Con la ayuda del resto de niños, han llenado sacos enteros y los han subido montaña arriba, hasta la puerta del viejo.

El gesto ha sido sencillo y profundamente simbólico. León ha aceptado las palabras, aún calientes y con olor a cocina, y ha pronunciado un “gracias” roto, como el hielo al quebrarse. Ese instante ha marcado el giro del cuento: el momento en el que el dolor ha empezado a transformarse.

La historia ha cerrado con una imagen poderosa y luminosa: León dándole la vuelta a su nombre, convirtiéndose en Noel, y marchándose hacia el norte en un trineo tirado por renos, cargado de palabras. Un final que ha conectado con la esencia de la Navidad y con la idea central del relato: que incluso en el desamor más profundo, un gesto pequeño puede abrir una salida.

Con Palabras de diciembre, Francisco Salvador ha vuelto a demostrar que la literatura breve también puede ser refugio, y que las palabras, cuando se comparten, siguen teniendo la capacidad de salvar.