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Sociedad
opinión 

Carta abierta a Delegación del Gobierno en Aragón

José Antonio Casaucau<br>Alcalde y profesor asociado de la Universidad de Zaragoza

Estimados señores:

Me remito a ustedes tras recibir la nota de prensa "aclarando" los supuestos en los que se puede atender los huertos de autoconsumo en los pueblos de esta bendita y olvidada comunidad autónoma.

Me dirijo a ustedes en calidad de alcalde de este municipio tras haber insistido a través de todos los representantes políticos que hemos encontrado, ya que veo que no nos hemos explicado bien pues su nota de prensa no recoge la realidad que supone.

Se considera una actividad individual como peligrosa para el contagio ya que requiere salir del confinamiento doméstico cuando más contagio potencial es ir a un espacio que se comparte con otras personas como una tienda o un banco.

El escrito rezuma, si se me permite una apreciación personal, paternalismo hacia los pueblos a los que se sigue considerando como atrasados o puramente pintorescos. Este desconocimiento sería la única explicación posible a la medida adoptada que, se deduce, en modo alguno puede haber sido recomendada por expertos.

Cuando pedimos que se autorice (el tiempo imprescindible, en solitario y sin contacto social) acudir al huerto familiar no es una cuestión, salvo casos excepcionales que ya reciben atención desde los servicios sociales, de subsistencia, ni un capricho para romper la monotonía de la cuarentena sino que abunda en la prevención de contagios ya que se trata de una medida para evitar desplazamientos a lugares más contaminados que nuestro propio huerto que solo visitamos nosotros. No tiene sentido que un vecino de este municipio deba viajar decenas de kilómetros hasta un establecimiento de una cabecera o subcabecera comarcal para adquirir productos que tiene a su alcance en sus propios cultivos de autoconsumo a cien metros de su casa. Es una

necesidad no necesariamente económica. No lo es sólo por ahora. Veremos en otoño, con la anunciada segunda oleada de contagios y nos encontremos con un segundo rebrote o tercero pero con los huertos familiares agostados y los recursos del gobierno al límite. Esa potencial nueva pandemia no será por los huertos que (no) hayamos podido cuidar, pueden estar completamente seguros.

Se puede considerar que es una inmensa suerte disponer anexo el huerto a nuestra casa pero la discriminación establecida respecto a quienes lo tienen a cien metros, nos ha convertido en privilegiados por decisiones que podrían entenderse al inicio de cuarentena pero difícilmente ahora.

No se trata solamente de un aspecto racional y lógico. La nueva medida anunciada será de imposible cumplimiento o control puesto que a las personas que quieran ir a su huerto se les exige justificar su necesidad económica. ¿Cómo lo justifican ante la autoridad? ¿Llevan la declaración de la renta? ¿Qué deben llevar? ¿Puede ir uno a recoger verduras y dárselas a un vecino necesitado que por no tener no tiene ni huerto?

Permítanme decirles que se han equivocado y están a tiempo de fijar otras condiciones.

Por favor, dejen a la gente tranquila ir a sus huertos. A recoger su cosecha y a sembrar la siguiente. Hará falta más adelante. Créame. Si las grandes cosechas no tienen temporeros, tampoco podremos ir al supermercado a comprar los vegetales que aquí la tierra nos da con agua y esfuerzo. Sí, hay que esforzarse para hacer las cosas bien en un huerto y fuera de ellas.

Les pido que reflexionen y dejen hacer sin cortapisas. Aquí en los pueblos hay personas sensatas. Se cuidan y nos cuidan. El confinamiento se lleva con seriedad. Los huertos no son lugares de reunión. Son de trabajo, de conexión del hombre con la naturaleza en mi caso sin salir de casa. En el de otros, a unos pocos pasos en cuyo recorrido difícilmente se encontrará con nadie.

Ahora se anuncia que los niños podrán salir... pero quizá no al huerto a que aprendan a respetar la vida y la naturaleza, a aprender que la vida lleva su esfuerzo. Sí, no se extrañen. Aquí en este pueblo tenemos niños.

Pocos, pero haberlos, haylos. Les ruego que hagan las cosas con sensatez. Búsquenla por el bien de todos. En algún sitio debe estar también la cercanía con la realidad y la valoración hacia quienes se comprometen a cumplir las medidas. Quizá la sensatez, cercanía y valoración estén refugiadas en los pueblos pequeños.

 

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