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Sociedad
OPINIÓN 

Reflexiones

Jorge Lorenzo Escario Martínez<br>Ciudadano

Como todos los españoles, llevo varios días pensando cómo puedo ayudar al resto del país y de la sociedad en general a salir del horroroso momento actual. Los efectos de la pandemia en la que nos encontramos y su repercusión en los que la estamos padeciendo --y en cuantos puedan faltarnos en un futuro próximo--, me lleva necesariamente a escribir y compartir estas reflexiones.

Confieso que he estado parte de mi vida vinculado al Partido Popular, confieso que he dedicado parte de mi vida personal al servicio público, como mejor he podido, y confieso igualmente que, lejos de arrepentirme de ello, estoy muy orgullosos de haberlo hecho y de haber conocido a personas de gran valía y de todo el espectro político, políticos y funcionarios. Espero que ello no coaccione la realidad del mensaje. Es, en todo caso, una opinión personal y no está vinculada a colectivo alguno.

Asistimos incrédulos a una situación inédita, devastadora, sin solución a día de hoy, que nos obliga a adoptar dos posturas completamente contrapuestas: la subyugación o la actividad. No podemos seguir inertes ante la gestión lenta y tardía del Gobierno de España, y no podemos permanecer impasibles ante tanto desatino. Nuestra vida actual y futura está en juego, y no digamos la de aquellos que sufren directamente los efectos de la pandemia y la de tantos otros que lo van a sufrir.

La pasividad y el miedo no deben guiarnos en este momento. No podemos limitarnos a salir y aplaudir cada tarde para permanecer inmóviles antes y después ante una situación que nos va a llevar inexorablemente a la ruina y a la desesperación, cuando no a otras situaciones peores.

No es el momento de la movilización popular, ni del escrache o de la manifestación. Es el momento de que tomemos nuestras propias decisiones como sociedad ante una inacción continuada y una vulneración diaria de derechos esenciales. Si quienes deben hacerlo, todos ellos, no lo hacen, no podemos consentirlo. ¿A qué estamos esperando para despertar de esta narcótica situación en la que nos han metido? ¿Por qué no tenemos en este país planes reales de salida para esta crisis, Planes con mayúscula, como los tienen otros? ¿Realmente tenemos que seguir esperando pacientemente a que alguien del Gobierno se le ocurra como ir saliendo de esto de una

forma segura y paulatina? ¿Cuándo? ¿Por qué nos comparamos diariamente con Italia, Francia o China y no lo hacemos con Grecia, Portugal o Alemania?

El miedo nos corroe y, si quienes deben tomar decisiones o tienen que dar un paso adelante como oposición no son capaces de hacerlo, quizás la iniciativa corresponda a la sociedad, a toda ella. De izquierdas, derechas y centro, si estos conceptos tienen hoy sentido. Todos a una, con políticos o sin ellos, sin esperar soluciones de quienes, a todas luces, no son capaces de hacerlo.

Cuando despertemos del letargo será demasiado tarde y solo cabrá la posibilidad de asignarnos a un grupo u otro: enfermos o arruinados.

La aplicación del test masivo a la población, a toda, parece ser una contribución útil a la salida de esta crisis. ¿Por qué no la aplica el Gobierno? Desde luego, el coste no parece una explicación racional ante la ya anticipada situación en la que nos vamos a encontrar de forma irremediable, y especialmente en consideración de otras ayudas millonarias que al parecer sí que son necesarias: véanse los 15 millones de € destinados a los medios de comunicación o el empeño en la renta mínima, que, sin entrar en si es o no oportuna, sin duda tiene menos valor que la vida de los españoles.

¿Alguien puede poner cordura en todo esto? ¿Podemos como país empezar a hacer las cosas bien de una puñetera vez? Apelo a los partidos de la oposición, ¡a todos sin excepción! a que, de una vez en la historia de España, hagan un esfuerzo común, bien para hacer frente a este desatino o bien para ponerse al lado de un Gobierno que reaccione a un problema real que genera muerte. Hablo de un frente común que no puede tener limitaciones geográficas porque, en mi opinión, es una exigencia que comparten los ciudadanos con independencia de su origen: los fallecidos, como ellos, son españoles.

Hablamos de la pandemia como una crisis universal, pero podríamos concretarla en tres distintas. La primera, elemental e imparable, es de carácter sanitario; en el momento de escribir estas palabras, los fallecidos son más de 20.000. Hay un segundo frente, el económico, que hoy aún no percibimos en su totalidad pero que será implacable con toda la población. Como la anterior, no entiende de credos, fronteras o colores políticos. Por último, se producirá inevitablemente una crisis de Gobierno

derivada, en buena medida, por el trasnochado e inútil concepto de izquierdas y derechas. Todo ello adelanta una tormenta perfecta que hará saltar por los aires una sociedad enferma y empobrecida.

Somos nosotros, los ciudadanos, quienes debemos reaccionar. Me canso de oír críticas de uno y otro bando sin una reacción real. ¿Por qué no hacemos test a la población? ¿Por qué políticas de confinamiento tan agresivas? ¿Por qué no un Pacto de Estado desde la humildad de todos por el bien de todos? ¿Por qué nuestros datos porcentuales son los que son? Y sobre todo, ¿por qué la ciudadanía aplaude esto desde su silencio con la más absoluta sumisión?

Algunos verán en esto a un oportunista de opuesta ideología, y otros a alguien que dice algo próximo a su propio pensamiento; ambos se equivocan. Expreso una reflexión personal, una revolución social, reflexiva y pacífica pero efectiva ante una situación extrema que no encuentra solución en quienes habrían de proporcionarla.

 

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