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El Sporting muere en la orilla

La falta de puntería y un error de Mariño en el gol del Levante condenan al equipo gijonés a pesar de su buen partido en el Ciutat de Valencia

Los jugadores del Levante celebran el gol ante la desesperación de los futbolistas del Sporting. / LaLiga

Los jugadores del Levante celebran el gol ante la desesperación de los futbolistas del Sporting.

Poco o nada se le puede reprochar al Sporting por su derrota ante el Levante. ¿Qué se puede apuntar en el debe? ¿No haber marcado un gol? Evidentemente, aunque es una perogrullada, y además el equipo hizo muchos méritos para conseguirlo, pero le faltó definición. ¿El fallo de Mariño en el gol de De Frutos? También, porque el portero debía proteger su palo en esa acción, aunque hay que admitir el acierto del jugador del Levante, que para sorpresa de todos sacó un disparo letal cuando todo el mundo (Mariño incluido) esperaba un pase atrás. El resto, el Sporting lo puso todo, pero no le dio para ganar a uno de los grandes favoritos de la categoría. Todas las derrotas valen lo mismo (nada), pero no todas son iguales. El Sporting cayó con honor en Valencia, demostrando un nivel alto de competitividad.

Murió en la orilla el Sporting tras una noche que no era fácil. Llegaba el equipo a un escenario terrorífico (aunque sin máscaras de Halloween en la grada, en aras de la seguridad). Se enfrentaba a uno de los principales favoritos para el ascenso, recuperado de su mal inicio, y llegaba además muy condicionado por las bajas, un problema que se acrecentó con el paso de los minutos. Y, sin embargo, dejó una imagen muy decorosa el Sporting, al menos hasta encajar el único gol del partido en el minuto 76.

Sin Insua ni Pedro Díaz ni Aitor García ni Nacho Méndez y con José Gragera mermado, a Abelardo la alineación casi le venía sobrevenida. Y el estilo de juego, también. Con Bamba (que dejó una imagen muy distinta a la de Granada, solvente salvo alguna complicación al final) como recambio en la zaga y la gran novedad del descanso para Uros Djurdjevic, para alinear juntos en punta a Campuzano y Cristo González, el equipo tenía una idea muy clara, muy ajustada al gusto de Abelardo y a los mimbres de los que disponía para el partido: dos centrocampistas muy físicos, velocidad en las bandas y, arriba, dos jugadores de perfil más asociativo. La idea era poca elaboración, mucha velocidad en las transiciones y aprovechar las bandas. Y, durante muchos minutos, el Sporting lo hizo casi perfecto. Se hinchó a poner centros peligrosos desde las bandas, con Otero finísimo y los laterales (Guille Rosas y Cote) contribuyendo a esa labor. Mención especial merece Queipo, un jugador con un fútbol más asociativo, pero también con desborde, firmante de una acción espectacular de verticalidad en la segunda parte y que juega al fútbol con un desparpajo y un aplomo impropios de su juventud.

El problema es que si habitualmente el equipo tiene poco remate, sin Djuka en el campo tuvo aún menos. Ni siquiera fue capaz de generar remates entre los tres palos en ninguno de los cinco saques de esquina que botó durante una primera parte en la que fue superior al Levante. No significa esto que los delanteros estuvieran mal; al contrario: Cristo González hizo una buena labor entre líneas, elaborando y presionando al equipo rival, pero casi siempre lejos del área, mientras que Campuzano apareció menos pero parece ir recuperándose para la causa. Lo que queda claro es que ninguno es un rematador. Milo, que supuestamente sí lo es, sigue calentando banquillos por los campos de España, a verlas venir.

Después de ver varias veces pasearse el balón por delante de la portería local sin encontrar rematador, la ocasión más clara tuvo Zarfino, que a la media hora de partido llegó a controlar en el área un balón impulsado, casi de rebote, por Christian Rivera, pero el uruguayo (que estaba en posición perfectamente legal) no llegó a rematar al no quedarle la pelota en posición franca.

La lesión de Izquierdoz alteró los planes. Un golpe en la cadera obligó al relevo del argentino y a la entrada de Gragera como central. Cumplió muy bien el gijonés, aunque apenas duró 27 minutos en el campo; nuevos problemas musculares le hicieron retirarse y ceder su puesto a Jordi Pola.

Seguramente en parte por estas circunstancias, la segunda parte se le hizo más bola al Sporting. El Levante le metió una marcha más al partido y de hecho Mariño evitó el gol de Pepelu con una intervención de mérito en los primeros minutos de la reanudación. Acabaría marcando De Frutos, pero también el equipo gijonés tuvo sus ocasiones; unas por mérito, como un disparo de Queipo, y otras por deferencia del rival, como el regalo de Rober Pier que se encontró Juan Otero, que condujo hasta el área y ahí se encontró con hasta tres jugadores rivales, abortando la ocasión.

Más hubiera agradecido el Sporting el regalo que reclamó en la última jugada del partido: una mano de Iborra en el área, que el VAR no vio punible.

El Sporting se vuelve de vacío, sin aprovechar la oportunidad de dormir cuarto, pero con la sensación de que el equipo gana en competitividad y, sobre todo, en solvencia defensiva. Mejorar el punto de mira es el gran objetivo para el futuro.

David González

David González

Vinculado a SER Gijón desde 1998. Director de SER Deportivos Gijón y voz de los partidos del Sporting...

 

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