Las Palmas le da un baño de realidad al Sporting

Gijón

Con tremenda facilidad (que es como más duele) la Unión Deportiva Las Palmas salió líder de El Molinón. Le sirvió al equipo canario con un gol en propia meta de Cali Izquierdoz, en una jugada mal defendida pero coronada por auténtica mala fortuna. Las Palmas, que juega al fútbol como los ángeles, se fue al descanso con ventaja sin haber tirado ni una vez entre los tres palos. Solo lo hizo una en todo el partido (la del gol no cuenta como tal), si bien es cierto que estrelló dos balones en la madera. Esto no quiere decir que el Sporting no diera todo lo que tiene (que lo dio), pero lo que tiene es lo que se ve: un equipo limitado, lastrado por las bajas, la acumulación de minutos y el mal momento de algunos jugadores fichados con vitola de estrella. Un equipo que pelea y compite, pero que está a un abismo de distancia futbolística de equipos como Las Palmas. En la clasificación no tanto, pero ya casi.

Al Sporting empieza a fallarle todo. Ante un rival claramente superior no tuvo ni puntería, ni solidez ni fortuna. La acción de ese gol en el que Cardona llega a línea de fondo dejando a Izquierdoz mirando como quien ve pasar el tren, fue reveladora. El argentino había corregido bien el primer error y Cuéllar salió correctamente, pero el rebote se fue para dentro de la portería. Un gafe que también acompaña al Sporting con las lesiones: antes del partido, la de Djuka, durante el partido, la de Campuzano, que apenas duró un cuarto de hora sobre el terreno de juego.

Ante la calidad de Las Palmas, el Sporting puso, sobre todo, corazón. Mucho. Por momentos hasta desquiciarse. Nadie duda de la voluntad, pero la calidad no da para mucho más. Insua y Rivera (el primero impecable; el segundo, casi) sostuvieron a un equipo que necesita el parón navideño como agua de mayo. Zarfino está fundido, Pedro Díaz no está bien, Izquierdoz no es ni su sombra, Cote tampoco, Otero no acaba apenas jugadas y Aitor García sigue sin aportar apenas nada destacable. Y ya no están ni Mariño ni Djurdjevic para echarles las culpas de todo. En la portería Cuéllar no pudo hacer nada en el gol (de hecho tapó bien) pero la presión generada tampoco parece estar beneficiándole; varias veces tuvo que pedir perdón durante el partido por fallos como un regalo a Álvaro Jiménez.

Ni una pizca de fortuna tuvo el Sporting, al que llegaron a pitarle penalti sobre Gragera, arrollado por el portero Domínguez en el minuto 74 en un intento de remate de una falta lateral, pero corregida la acción por un fuera de juego previo. Se vio compensada esa circunstancia, en todo caso, por una acción similar en el minuto 92, cuando Cali Izquierdoz se libró de que le pitaran la pena máxima sobre Vitolo por haber recibido un par de metros por detrás de la defensa.

Los recambios tampoco le dieron mucho a Abelardo. Jony trató de echarse el equipo a la espalda, pero necesita tiempo y suerte para volver a ser un jugador definitivo. La reaparición de Gragera, que además de ese penalti no pitado tuvo otro buen remate de cabeza que Domínguez evitó que se convirtiera en gol, fue una de las pocas noticias buenas de la tarde. Jordan Carrillo y Milo, que tuvieron minutos, siguen siendo prácticamente unos desconocidos.

No hubo nada que hacer, como muchos temían. El Sporting fue claramente inferior a un equipo que aspira a objetivos diferentes. Pero el paso de las semanas sin lograr una victoria merma la clasificación y el ánimo. Y aunque haya que asumir la realidad, duele ver con resignación la fiesta de los 300 seguidores de Las Palmas que ven que su equipo apunta a Primera. Algo de envidia, da; para qué lo vamos a negar.