El Sporting aprieta pero no ahoga

Gijón

Frustrante empate el que cosechó el Sporting ante el Huesca (1-1). Se quedó El Molinón con la miel en los labios, porque el empate no le saca de pobre (ni recorta la abismal diferencia con respecto al playoff ni le aporta un balón de oxígeno importante para la tranquilidad) y porque el triunfo estuvo cerca por la reacción en la segunda parte, pero cuando a un equipo con problemas para marcar goles le anulan uno por un fuera de juego milimétrico y le escamotean un posible penalti, se juntan el hambre con las ganas de comer.

Hubo dos partidos este domingo en El Molinón. Uno hasta el descanso, con un Sporting por momentos desesperante, incapaz de generar una sola ocasión de gol que no fuera a balón parado. Otro en la segunda mitad, en la que el equipo sí se convirtió en dominador, generó fútbol y remate, pero su escasa puntería y una serie de catastróficas desdichas le impidieron marcar: desde el hombro mínimamente adelantado de Cristo González en una jugada en la que había definido a la perfección a una acción polémica en la que el árbitro, avalado por el VAR, entendió que la mano de Pulido en el área no era penalti por venir ese balón de la cabeza.

Protestó mucho la grada de El Molinón, que en la primera parte se cabreó considerablemente con el equipo ante el atasco futbolístico que sufrió, sin profundidad, aparentemente cargado de dudas, y más a raíz de que a los veinte minutos el Huesca se adelantara con un gol de falta de Sielva que, chutó prácticamente raso, esquivando la barrera y sin dar opción a Cuéllar de llegar.

Se la devolvería quince minutos después Pedro Díaz (el mejor del Sporting) con un gol similar en la otra portería. El Sporting ya se había desperezado inmediatamente antes, con un gran chut de Pol Valentín (mucho más acorde al puesto de carrilero que Guille Rosas, un lateral más idóneo para una defensa de cuatro). Djuka, que sigue desaparecido en combate, ni tan siquiera acarició el rechace. Justo antes del descanso el otrora goleador rojiblanco tampoco acertó de cabeza ante un centro lateral en el que pareció agacharse.

Cambió radicalmente el Sporting tras el paso por vestuarios. Lo demostró ya desde el pitido inicial, yendo en tromba a por la victoria. Logró enmendar el equipo las sensaciones, el ambiente y la estadística, que acabó con registros escandalosos: un 74% de posesión, 16 remates (cuatro de ellos a puerta) y nueve saques de esquina (por ninguno del rival). Pero de acierto y efectividad, muy poco o nada. Todo lo contrario al Huesca, que en su único disparo entre los tres palos logró su gol. Y así, es imposible más que sumar punto a punto hasta conseguir la tranquilidad. Ni acumulando unos cuantos minutos más con otra superioridad en el campo, aunque esta vez fuera casi anecdótico (once minutos).