Campuzano mantiene encendida la llama de la ilusión

El Sporting sigue soñando. No ha conseguido nada, pero no todo está perdido, y eso ya es digno de celebrarse. El fútbol tiene estas cosas: un jugador que llevaba cuatro meses sin jugar, en otra travesía del desierto por las lesiones, y que había entrado en la convocatoria apuradamente logró cambiar el destino del Sporting: de asumir que la temporada estaba vista para sentencia a seguir soñando hasta el último día para, al menos, no recoger los bártulos el domingo que viene. Un tanto de Víctor Campuzano en el minuto 84 lo cambió absolutamente todo. Otero se la cedió de cabeza y todo El Molinón empujó junto a la pierna izquierda del delantero catalán, que habrá vivido su tarde más feliz en mucho tiempo. El sueño del playoff sigue siendo posible: ahora el Sporting tiene que ir a Elda a ganar a un rival ya salvado matemáticamente y esperar que el Oviedo no gane en Eibar (contra un rival que sigue aspirando a arrebatarle al Leganés el ascenso directo) o que el Racing de Santander pierda con un Villarreal B ya descendido. Del triángulo escaleno que forman Gijón, Oviedo y Santander saldrán los dos equipos que jugarán el playoff. Disputa vecinal. Espera otro domingo de nervios, de tensión, pero también una semana de ilusión para los sportinguistas.

El Molinón volvió a ser el de las grandes ocasiones. Un campo con aspecto de lleno, plagado de colorido, que supo sufrir para acabar disfrutando. El partido fue una montaña rusa de emociones, pendientes de lo que sucedía en en el césped pero también de los transistores. Los goles del Oviedo parecían complicar la tarde, pero sirvieron para animarla: el Sporting se lanzó a tumba abierta a por el partido cuando se dio cuenta de que ya solo le valía ganar. Los cambios mejoraron al equipo. Y aunque hubo que sufrir, el equipo gijonés recibió un premio merecido ante un Eibar que, si bien generó bastante peligro en algunas fases del partido con el siempre explosivo Stoichkov o un casi imparable Mario Soriano, pareció llegar a conformarse con el empate, ralentizando los saques de puerta por ejemplo. La mayor ambición del Sporting en el tramo final tuvo su recompensa.

En un partido de muchas alternativas, el Eibar tuvo más llegadas, pero las ocasiones más claras fueron del Sporting. Tuvo una Mario González en los primeros minutos y, al filo del descanso, Gaspar Campos estrelló en el larguero lo que hubiera sido un gol de campeonato. El Eibar había tenido fases de dominio y alguna llegada clara, como la que Yáñez le desbarató a Aketxe o un balón que, tras un saque de un córner en corto, se paseó por delante de la portería rojiblanca.

Pero en la segunda parte, cuando las cosas empezaban a torcerse con otros marcadores y tras llevarse el susto de un gol anulado al Eibar por fuera de juego, el Sporting dio el paso adelante definitivo. Djuka, que salió como revulsivo, rozó el gol en un remate complicado, cayéndose, se encontró con una tremenda parada de Luca Zidane. Gaspar lo intentó desde campo propio para intentar castigar el atrevimiento del portero, siempre muy adelantado. Otero no estuvo fino para rematar de cabeza un buen centro de Guille, pero el colombiano sí estuvo fino con la testa para servirle el gol a Campuzano. Un gol que vale más que tres puntos. Mantiene viva la llama de la ilusión, que era el objetivo. El domingo que viene, todo en juego en Elda, en Eibar y en Villarreal. Y conviene no olvidar que al Sporting le gustan las carambolas.