El Sporting respira con su segunda victoria
El gol de Guille Rosas desatascó un partido en el que los rojiblancos fueron de menos a más y pudieron ganar holgadamente a un rival que acabó con nueve
Gijón
El Sporting era un manojo de nervios. El estadio, también. Blando en defensa, sometido en mediocampo, nada lucido en defensa, el equipo de Rubén Albés no contagiaba, precisamente, optimismo. El Zaragoza estaba más cerca del gol, aunque caía recurrentemente en fuera de juego y Yáñez, por si acaso, practicaba para ser el salvador. El runrún iba creciendo en la grada y se transmitía, en bucle, hacia el campo. Pero, en ese momento, un arranque de furia de Guille Rosas lo cambió todo. El bravo lateral inició la jugada en campo propio, se echó el balón en velocidad donde era imposible que llegara, no cejó en el intento, siguió presionando, recuperó el balón, insistió en la frontal del área hasta que el balón le quedó a su pierna buena y con un derechazo le dio un giro radical a la tarde.
Hasta ese momento, el partido del Sporting había sido una antología del disparate: concesiones de una defensa más blanda que mantequilla en el microondas, florituras de máximo riesgo en zonas imperdonables, jugadores que se resbalaban, pérdidas constantes de balón... Una jugada fue reveladora: aquella en la que se pasó de un córner favorable a una parada de Yáñez después de que Frencho se transformara en Usain Bolt y recorriera todo el campo sin que Queipo pudiera apenas aguantarle el ritmo de la carrera.
Pero el gol fue revolucionario. No solo cambió el marcador y el ambiente: también la dinámica de partido. El Sporting se liberó de presión y empezó a jugar al fútbol. Gelabert, convertido claramente en un box to box, empezó a recibir más cerca del área contraria. Y cuando el talento aparece ahí, es mucho más peligroso que cuando lo hace en campo propio.
Sobre El Molinón empezó a sobrevolar la sombra del miedo a perdonar y pagarlo. Antes del descanso, en apenas siete minutos, el Sporting tuvo hasta cinco ocasiones para sentenciar el encuentro.
Por una vez, la defensa se dejó de florituras y despejó contundemente un balón. La acción generó una ocasión clarísima: Dubasin corrió, se plantó en el área, Poussin repelió pero no blocó su disparo y Queipo a punto estuvo de aprovechar el balón despistado en el área para marcar el 2-0. En esa misma acción se lesionó Eric Curbelo; en una clara muestra de la falta de confianza de Albés en Maras (al menos de momento) el entrenador optó por meter en el campo a Nacho Martín y retrasar la posición de Olatxea.
De ahí hasta el 48 hubo hasta cuatro indultos más del Sporting al Zaragoza. Tres en las botas de Queipo, al que (como en Tenerife) le volvió a fallar la puntería en un día en el que tuvo ocasiones de todos los coloares. Dubasin, de cabeza, desperdició otra oportunidad clarísima. El miedo en la grada era que se cumpliera la máxima de lo que le ocurre al que perdona. Y la reflexión, quizás un tanto oportunista, era que el lateral derecho parece tener más gol que todos los de arriba juntos.
El camino se allanó más todavía con la expulsión de Clemente, el lateral del Zaragoza, que tratando de enmendar su error en un mal control acabó enrollando a Dubasin. No fue penalti por milímetros. Víctor Fernández, que ya había cambiado a toda su delantera al descanso, no se lo creía. Con lo bien que pintaba la tarde par ellos, todo se oscurecía, igual que la nube que ya cubría El Molinón.
Pero el Sporting le seguía dando esperanzas al cuadro aragonés perdonando una ocasión con otra: Queipo de nuevo, Dubasin al hacérsele corto el campo tras una exquisitez, Otero con un disparo potente repelido por Poussin, un tiro de Nacho Méndez después de una diablura de Gelabert, otro de Dubasin cerca del palo, un cabezazo impecable de Caicedo que paró (casi flotando en el aire) Poussin... La expulsión de Lluis López, ya cuando el partido agonizaba, despejó completamente las dudas y permitió al Sporting sumar una victoria trascendental.
Esta vez la condescendencia rojiblanca de cara al área rival no costó cara y los rojiblancos, aunque sufriendo más de lo debido, lograron una victoria importantísima, la segunda de la temporada, que debe transmitir confianza y tranquilidad, además de un importante arreón en la clasificación. A lo largo de la tarde el Sporting fue capaz de lo mejor y de lo peor, mostró sus virtudes y sus defectos. Ahora, con esta bocanada de aire en los pulmones, toca trabajar para que abunde más lo primero que lo segundo.
David González
Vinculado a SER Gijón desde 1998. Director de SER Deportivos Gijón y voz de los partidos del Sporting...