El Sporting apesta a descenso
El Molinón estalló tras la sonrojante derrota con el Tenerife (1-3) que sentencia a Albés y deja al equipo con serio riesgo de irse a Primera Federación

Waldo marca el segundo gol del Tenerife ante la desolación de los jugadores del Sporting. / LaLiga

Gijón
Ya es oficial: el Sporting es firme candidato a descender. El temor se ha convertido en pánico. Los peores augurios son perfectamente posibles para un equipo que gana uno de diecisiete partidos, que se deja remontar por un rival hundido que no había ganado ningún partido fuera en toda la temporada, que deja las terribles sensaciones que dejó el Sporting este sábado, que apenas chuta a puerta en un partido que era una final (el penalti y uno más) y que se verá este domingo a dos puntos del descenso si el Zaragoza le gana al Mirandés. La situación que se ha estado obviando durante meses ha llegado: el Sporting peligra seriamente. El Molinón estalló contra todos: contra una propiedad que, creyéndose sabedora de la fórmula del éxito, amenaza con empeorar el nefasto ciclo anterior; un entrenador absolutamente perdido y con el crédito agotado, que no encuentra soluciones, y para unos jugadores cortos de calidad pero también de carácter para situaciones como esta. No toda la culpa es suya: el Sporting infravaloró el carácter y apostó por un grupo de buenos chavales en el que los títulos de líder caían por sorteo y no por galones. Esa, como la irresponsabilidad de afrontar la temporada con la peor delantera que se recuerda (ríete tú de aquella de Álex y Kaiku), son argumentos de peso para el miedo.
En ningún momento se vio, este sábado, a un Sporting consciente de lo que se jugaba. El equipo protagonizó, si acaso, una primera parte aseada, equilibrada. Mal: en El Molinón, contra un rival en esas circunstancias, sabiendo que había ganado el Eldense, se tendría que haber visto a un Sporting que mordiera desde la primera jugada. Pero este equipo, que se cree mejor de lo que claramente es, no sabe hacer eso.
Después de una primera parte completamente plana, en la que al portero del Tenerife solo le faltó pedir una banqueta (Rubén Yáñez sí tuvo alguna intervención, por ejemplo en un disparo de Waldo) llegaría el drama.
No merecía ir ganando, pero el Sporting se encontró con un amigo inesperado. El jugador del Tenerife Bodiger extendió los brazos exageradamente en un marcaje a Juan Otero. El colombiano estuvo listo para forzar la situación: a la media vuelta, estrelló el balón en el brazo del jugador visitante, que ni siquiera protestó. Otero lanzó el penalti, raso, y aunque Edgar Badía le adivinó la intención y se lanzó del lado bueno, no pudo evitar el gol del cafetero, que era una bendición para un Sporting que no se lo había merecido.
Un equipo con hechuras hubiera sabido amarrar ese marcador, impedir que se jugara mucho más, y sin ningún lustre hubiera conseguido tres puntos de milagro que le permitirían respirar. Pero este Sporting es un equipo roto, capaz de dejarse remontar en tres minutos. Con los de Albés hechos un flan (especialmente en defensa) primero Sergio González de cabeza a la salida de un córner y después Waldo, tras una imperdonable pérdida de Dubasin (que algún día tenía que fallar) sirvieron para que del 68 al 71 se pasara del 1-0 al 1-2. Albés, impasible hasta ese momento, empezó a mover el árbol, tarde e infructuosamente. Para entonces Cervera ya había hecho tres cambios y había empezado a modificar las cosas.
El 1-3 de Enric Gallego, en otra catástrofe defensiva, fue la gota que colmó el vaso. Arrecieron los cánticos de 'Directiva Dimisión' y de 'Esa camiseta no la merecéis'. Alguna gente se marchó de El Molinón indignada; otros aterrorizados ante la situación en la que muchos no creían que este equipo pudiera verse.

David González
Vinculado a SER Gijón desde 1998. Director de SER Deportivos Gijón y voz de los partidos del Sporting...




