El Sporting se desata y aleja sus fantasmas

Gijón

Han pasado tantas cosas en el Sporting en dos semanas que parece un recuerdo prehistórico aquella bronca tremenda contra todo y contra todos (jugadores, directivos y Albés) con el que despidió el público de El Molinón al Sporting tras la derrota frente al Tenerife. Dos semanas después, dos victorias después, el cambio ha sido radical. Este Viernes Santo la grada rojiblanca vibró, aplaudió, celebró, cantó el himno y vio cómo su equipo, con un Garitano que ha sido capaz de cambiar futbolística y anímicamente al equipo, dotándole de más solidez, reubicando elementos y generando confianza, roza ya con la punta de los dedos la tranquilidad. El Sporting se dio un homenaje frente al Mirandés, se desató en ataque, conoció de verdad el talento de un jugador como Gelabert y pudo celebrar que el equipo se haya ido a los ocho puntos de ventaja sobre el Eldense. Ahora, que sufran los demás.

En un Molinón animoso, que solo mostraba algún síntoma de nerviosismo cuando el equipo tocaba atrás, el Sporting salió volcado a por la victoria. Con la defensa muy adelantada, presión intensa y tratando de jugar lo más posible en campo contrario. El gol anulado a Butzke por un clarísimo fuera de juego fue prácticamente la única aproximación del Mirandés al área del Sporting en la primera media hora. Lo demás fue un dominio abrumador del equipo gijonés, que lograba prender chispas cuando los de arriba se asociaban.

El público de El Molinón se pasó prácticamente toda la primera parte con las manos en la cabeza. Los jugadores rojiblancos, también. ¿Cómo era posible que Raúl Fernández hubiera sacado las dos ocasiones clarísimas que tuvo Nico Serrano, una a la media vuelta y otra en un disparo que evitaba a un defensa? ¿Cómo era posible que ni el extremo cedido por el Athletic (mucho más participativo que en otros partidos) ni Nacho Méndez en su disparo desde la frontal, ni Cote desde fuera del área, ni Serrano en un contrataque que acabó con un disparo alto, ni Otero en un disparo escorado que tapó bien el portero del Mirandés fueran capaces de marcar un gol? En parte por falta de acierto y en parte por el buen hacer del guardameta rojillo que, sin embargo, cometería un par de errores que acabarían siendo determinantes.

No aparecía en ese listado de ocasiones Gelabert, cuya exhibición estaría por llegar, aunque desde la posición de mediapunta ya empezó a dejar muestras de su talento.

En el minuto 31 Kevin Vázquez centró horriblemente un balón que, sin embargo, Raúl Fernández se comió, permitiendo que Otero lo peinara desde la línea de fondo para que Gelabert acabara forzando el córner. Y ahí, a falta de puntería propia, el Sporting se encontró con un regalo inesperado: Postigo, capitán del Mirandés, desvió hacia su propia portería un centro sacado en corto y centrado por Cote. Error incomprensible del defensa, que no tenía cerca a ningún jugador del Sporting, pero tan digno de agradecer como la mano de Fede Vico en el gol del Eldense de la semana anterior. Muchos candidatos, esta temporada, para el 'Gesto Sportinguista'.

No fue de la forma más estética, pero el Sporting encontraba el premio a sus merecimientos. El Mirandés reclamó falta sobre su portero, pero el equipo arbitral no vio nada y el guardameta acabó castigado con amarilla por sus protestas.

El equipo visitante quiso demostrar que también sabe marcar goles en la portería correcta. O al menos intentarlo. Curiosamente, a raíz del gol llegaron los mejores momentos del Mirandés en el partido. Yáñez tuvo que meter una mano prodigiosa para evitar que Panichelli anotara el empate. La jugada vino de una pérdida de Cote y de una mala acción defensiva de Kevin Vázquez, que no pudo frenar a Benito. Eran momentos de tensión, con los jabatos apretando, córners que se paseaban por delante de la portería de Yáñez y el VAR revisando un posible penalti sobre Panichelli. El Sporting necesitaba el descanso como el comer.

Quedaba la duda de cómo gestionaría la mínima ventaja el equipo gijonés. Pero Gelabert la resolvió nada más empezar con un arranque de furia y calidad de esos por los que merece la pena pagar una entrada. El ya oficialmente mediapunta del Sporting robó un balón en campo propio, avanzó con el balón hasta las inmediaciones del área y, desoyendo a los que ya empezaban a reprocharle que asistiera a algún compañero, se sacó un disparo imparable, ajustado a a la madera, a pesar de tener un defensa prácticamente encima. Un golazo de bandera que confirma la calidad de un futbolista que, aunque no lo haya hecho tanto como se esperaba, es de los que tiene capacidad para brillar, incluso a niveles más altos de aquellos en los que se maneja el Sporting en estos tiempos.

Merecía el partido de Gelabert, que estaba en todo lo brillante del partido, la guinda del tercer gol. Lo entendió así Juan Otero, que le sirvió en bandeja al palentino un balón que solo tuvo que empujar, tras un error del portero del Mirandés al que estuvo muy atento el colombiano.

Antes había tenido el Mirandés alguna opción de meterse en el partido, como una clarísima en la que entre Yáñez y el palo evitaron el tanto de los de Lisci. Logró marcar Panicelli de cabeza el 3-1, pero ya demasiado tarde: en el tiempo añadido. Durante la tarde hubo tiempo para que El Molinón le tributara una enorme y emocionante ovación a Cote, una de las últimas de su carrera. Esa que no podrá coronar ascendiendo al Sporting pero al menos sí salvándolo, ya salvo hecatombe. Un alivio (no se puede considerar un éxito) que ya se encargará Asier Garitano de recordar que todavía no es definitivo, pero que está mucho más cerca. Desde luego, por la vía por la que está el equipo con la llegada del nuevo entrenador, se ve mucho más factible.