El Sporting pone fin a su agonía

Gijón

Las permanencias en Segunda División no se deberían celebrar en Gijón. Pero resultó inevitable que, en el momento en el que Guzmán Mansilla pitó el final del Sporting 2 - Dépor 1, después de una agonía absoluta para ganar a un rival que no se jugaba nada, por unos instantes se vivieran en El Molinón escenas más propias de otros objetivos. Fue algo fugaz y, dadas las circunstancias, necesario. El Sporting está virtualmente salvado y este domingo, si el Eldense no le gana al Málaga, la permanencia estará garantizada. Pobre objetivo, indeseable, pero superado. La pesadilla ya se está acabando.

Tiene mucho mérito lo de Asier Garitano, que con estos mimbres, con este equipo tan deshecho, haya sido capaz de ganar tres partidos de los cinco que ha dirigido. Un equipo presa de los nervios, con una defensa terrorífica y con una falta de puntería que este sábado le impidió ganar con cierta holgura y tener que sufrir hasta el último minuto. Cuando Cristian Herrera perdonó el empate en el minuto 86, en un desastroso remate de cabeza, un escalofrío de pánico recorrió al sportinguismo. ¿Era posible tener que sufrir así en casa, para sellar la permanencia, contra un equipo que no se jugaba nada? La respuesta es que con este Sporting, sí.

En un partido en el que los rojiblancos cedieron la posesión de balón al Dépor y protagonizaron un recital de contragolpes (un par de ellos exitosos, en los que llegaron los dos goles) surgieron dos nombres de entre la más absoluta mediocridad futbolística: Gelabert y un sorprendente Gaspar, reubicado en la banda derecha para intentar que no se notara mucho la ausencia de Dubasin. El inicio del canterano fue muy bueno: a la primera no encontró a Nico Serrano pese a localizarle por el rabillo del ojo en un contragolpe, pero a la segunda sí logró servirle al vasco una perfecta asistencia para lograr el primer gol. Entre medias, un taconazo del propio Gaspar se había estrellado en la madera tras golpear en un zaguero. Inicio prometedor.

Lucido y relativamente eficiente en los contrataques, el Sporting era una calamidad cuando tenía que llevar el peso del partido. De mediocampo para atrás, lo habitual: una defensa desastrosa, que hacía aguas por todas partes, y un centro del campo absolutamente superado, con Nacho Méndez y Olaetxea perdiendo la batalla y balones fáciles. Las pérdidas de balón, algunas sin excesiva oposición, eran generalizadas y desesperantes. Arriba Otero, que en Castellón anotó los goles, desperdiciaba un par de ocasiones imperdonables. El sacrificio, como siempre, indudable. Se ha convertido (sin serlo) en el único delantero centro del Sporting. Lamentable planificación.

El gol de Nacho Méndez justo antes del descanso, finiquitando con sangre fría otro pase mágico de Gelabert que le había dejado delante del portero parecía que podía dar serenidad a la segunda parte. Pero no fue así, entre otras cosas porque lo que podía haber sido el 3-0, nada más comenzar la segunda parte, se lo quitó el palo a Guille Rosas. Avisó un minuto después el Dépor con el primero de los fallos clamorosos de Cristian Herrera, que no aprovechó un fallo clamoroso de la defensa del Sporting. Pero Barbero sí lo hizo en el 61, transformando en gol otro centro de Petxarromán y acabando con la tranquilidad de El Molinón.

Se desesperaba Gelabert viendo cómo Nico Serrano perdonaba otra gran asistencia. A Nacho Méndez le sacó el gol el portero del Dépor. Hubo que aguantar la respiración hasta que, con el pitido final, se confirmó la tercera victoria de la era Garitano y se pueda empezar a preparar una temporada en la que hay que cambiarlo absolutamente todo. El problema es si hay capacidad para ello.