Un fracaso de todos

Aprobar una nueva ley de Educación en un contexto de recorte pronunciado de medios (van 6.400 millones de euros menos en los presupuestos de educación desde el año 2010) y hacerlo, además, sin haber negociado con los demás partidos, es una pésima noticia para este país. Una noticia desgraciada que aumentará la inestabilidad de los proyectos educativos y el desconcierto en maestros y alumnos. Y que volverá a dejar a España en inferioridad de condiciones respecto a otros países en los que la educación no es solo un tema de primer orden sino que se plantea, al menos en su estructura básica, como una cuestión de Estado. Digan lo que digan el ministro Wert y el Gobierno, no tiene sentido que el Parlamento dé luz verde a una nueva Ley orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa que nace con el compromiso expreso de prácticamente toda la oposición de cambiarla en cuanto consigan una nueva mayoría. Lo que está ahora en entredicho no son aspectos parciales de la nueva Ley, problemas de segundo orden que unos y otros quieran reformar. En esta ocasión, el enfrentamiento es total y afecta al tronco mismo del proyecto educativo. El ministro recibió ayer parabienes de sus colegas, pero muchos de entre ellos saben perfectamente que no hay nada de lo que alegrarse. Lo de ayer fue un fracaso. Para ellos, también. Para todos.