Una respuesta inconcebiblemente débil

La decisión europea de suspender las negociaciones con Rusia sobre liberalización de visados, como consecuencia de ocupación de Crimea y de sus planes para organizar allí un referéndum ilegal, es una respuesta inconcebiblemente débil, incluso para los parámetros europeos. La política de hechos consumados y uso de la fuerza que ha desplegado Putin exige una reacción más potente, no solo en el plano político, sino también económico.

La Unión Europea no puede permitir que Rusia se arrogue el derecho a desestabilizar permanentemente un país vecino sin demostrar un rechazo mucho más firme. Por una vez, tiene razón el primer ministro británico: la situación es inaceptable y no es posible mantener "business at usual", negocios como siempre, con Moscú, mientras que no se abra una negociación con el gobierno de Kiev y se reduzca la tensión.

La Unión Europea dispone de elementos de presión económica que pasan, no solo por ayudar a Ucrania a hacer frente a la crisis, sino también por la eventual congelación de las cuentas de empresas rusas y de sus dirigentes. Es cierto que Europa, y en especial Alemania, necesita mantener buenas relaciones con Moscú para garantizarse el suministro del gas ruso. Es cierto que España necesita sus inversiones y sus turistas. Pero las relaciones nunca son buenas si se basan en la ceguera de una de las partes.