Memoria de una ruin manipulación

Una de las ocasiones en que más se pudo comprobar el desdén con que tratan algunos personajes públicos a las instituciones fue en los días y meses inmediatos al peor atentado de nuestra historia, cuyo recuerdo que conmemora mañana. No hay que recurrir a famosa memoria histórica, sino a la auténtica, es decir a la de uno mismo, para evocar la indigna manipulación a la que se lanzaron esas personas para intentar levantar una ruin sospecha sobre el trabajo de la policía y de los jueces.

Entre aquellas personas se encontraba un grupo de políticos, en torno a la figura del ex presidente José María Aznar, y un grupo de periodistas, en torno a la del director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, empeñados en ignorar la evidencia de que aquel atentado fue obra de radicales islamistas y no de ETA. Ni uno ni otro han aprovechado el aniversario, no ya para pedir disculpas, sino para restituir su fama a quienes ellos intentaron arrancársela. Para reconocer públicamente que ni la policía ni la judicatura, las dos instituciones que investigaron aquel asesinato masivo, estuvieron al servicio de otra cosa que no fuera su obligación. Para admitir, que en las peores circunstancias posibles, los ciudadanos pudieron confiar en el Estado y el servicio público.

Es curioso que Pedro J. Ramírez haya elegido el personaje de Jonás, aquel profeta tragado por una ballena, para caracterizarse a sí mismo en su nueva etapa profesional. Curioso, porque Jonás fue engullido como castigo divino por no aceptar la virtud del arrepentimiento.