Nadie sabe meter las avispas en el avispero

El mundo se asoma a un fin de semana de vértigo con la consulta de Crimea este domingo para su independencia y anexión a Rusia y la toma de posiciones militares en torno a lo que antes la caída del muro de Berlín llamábamos el telón de acero. Ya no es de acero, parece imposible en el mundo de hoy, pero Rusia tiene desplegados ocho mil soldados en la frontera con Ucrania, Estados Unidos ha enviado sus primeros aviones caza 16 a Polonia y Kiev ha creado una milicia propia con otras 60 mil personas.

Rusia insiste en que no quiere una guerra pero defiende el derecho de Crimea a separarse ante lo que llama el vacío legal de Kiev y el primer ministro ucranio defiende en la ONU su integridad territorial recordando que su país renunció a su arsenal nuclear a cambio de su soberanía cuando se constituyó en república independiente en la Rusia post-soviética.

Naciones Unidas trabaja contra reloj para intentar pactar una resolución que declare ilegal el referéndum del domingo. Nadie lo da por seguro y en cualquier caso contaría con el veto ruso. Así están las cosas, nadie quiere una guerra, pero una vez agitado el avispero, nadie sabe meter las avispas de nuevo en su sitio.