La cabeza del despreocupado Cameron

Cuando mañana jueves se celebre el referéndum y termine, en un sentido o en otro, el debate en Escocia, comenzará la discusión, y bien reñida, en Inglaterra sobre la actuación en todo este proceso del primer ministro británico, David Cameron. Muchos diputados conservadores llevan semanas conteniendo a duras penas sus críticas, para no debilitarle aun más, pero una vez que se cierren las urnas, su enfado y su furia se dejaran oír. Cameron sabe que en su partido le están esperando con las espadas bien afiladas y en alto. Si el resultado del referéndum fuera "Si", la cabeza del primer ministro británico tardaría poco en rodar, a manos de su propios correligionarios, por incompetente. Y si finalmente el esfuerzo conjunto de todas las fuerzas políticas inglesas y las promesas de último minuto consiguen cerrar el paso a la independencia, los problemas de Cameron no se habrán acabado del todo, porque sufrirá ataques de quienes en su propio partido creen que ha prometido demasiado y de quienes, en sentido contrario, creen que ha hecho correr un riesgo innecesario al Reino Unido por su lentitud en reaccionar e inepcia.

En cualquier caso, el resultado de mañana parece depender en estos momentos de un buen puñado de escoceses que, según las encuestas, siguen estando indecisos, especialmente en la ciudad de Glasgow y especialmente entre las mujeres y los jóvenes de esa ciudad, bastante aficionados a abstenerse, según datos de otras elecciones. De Glasgow, dicen, depende el Reino Unido y la cabeza del despreocupado Cameron.