Un alivio muy poco duradero

La posición de Mariano Rajoy es cada día más difícil. Es cierto que la crisis catalana ha bajado de intensidad al desconvocarse el referéndum sobre la independencia que prohibió el Tribunal Constitucional. Pero ese momentáneo alivio se ha visto inmediatamente disipado con las malas noticias sobre la marcha de la economía europea.

El presidente del Gobierno se mueve en Europa en una especie de esquizofrenia malsana: públicamente defiende la política que desarrolla su colega, la canciller alemana Ángela Merkel, pero internamente sabe que esa política puede acabar con cualquier posible recuperación española. Rajoy sabe perfectamente que no es posible mantener sus previsiones de crecimiento si se mantiene el actual desequilibrio de la balanza comercial, con un descenso del 5% en las exportaciones y un aumento en las importaciones. La economía española no podrá aguantar el frenazo de la economía francesa ni de la economía alemana. Lo mejor que le puede pasar ahora a Rajoy es que el primer ministro francés, Manuel Valls, no haga caso a Alemania e intente reavivar su propio crecimiento, a toda costa. Es decir, lo que mejor le viene a España es que Francia no haga lo mismo que hemos hecho nosotros. Ironías de la política, el futuro electoral de Rajoy depende ahora mismo mucho más de François Hollande y de su capacidad de forzar la mano a la canciller alemana, que de Artur Mas y de su extraña consulta del día 9.