El turismo de demasiada aventura
Suma y sigue, mañana será un ciclista, pasado un bañista, el otro un excursionista
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
"La línea roja" de Matías Vallés (16/05/22)
No debería permitirse la entrada en Balears de ningún turista que no llevara un libro bajo el brazo.
Aun así serían millones, y nos ahorrarían las imágenes trágicas que la semana pasada presenciamos en Mallorca.
Si el turista que deambulaba por el balcón de un hotel de Magaluf no hubiera perdido el equilibrio, estaría vivo pero seguiríamos obligados a pensar en la extraña fascinación que las barandillas al vacío ejercen sobre determinados turistas.
Cuesta descartar que vengan exprofeso para hacer equilibrismo sobre el balcón de su habitación, en la mayoría de ocasiones alentados por sustancias químicas.
Esta misma semana hemos escuchado a dirigentes turísticos ibicencos contrarios a las campañas contra el turismo alcoholizado, oportuna coincidencia.
En cuanto al turista que se lanza por un acantilado sin advertir las rocas que le quitarán la vida, es otro ejemplo de los desastres que causa el turismo de demasiada aventura.
Suma y sigue, mañana será un ciclista, pasado un bañista, el otro un excursionista.
Si quieren los llamamos turistas a secas.
Y a continuación nos planteamos si la industria de la felicidad se nos ha ido de las manos.




