Las víctimas de Santa Catalina
Los propietarios y delincuentes de los establecimientos que atemorizan a sus vecinos nunca viven en la zona donde agreden
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"La línea roja" de Matías Vallés (27/05/22)
Había vecinos que se quejaban por el ruido en Magaluf, pero no protesté porque no vivo en Magaluf.
Después hubo vecinos que se quejaban por los desastres ruidosos en la Playa de Palma, pero no protesté porque no vivo en la Playa de Palma.
Oí decir más adelante que los vecinos padecían desmanes ruidosos en la zona de la Lonja, pero no protesté porque no vivo junto al edificio gótico.
Así que cuando la marabunta ruidosa llegó a los barrios impensables de Santa Catalina o Son Espanyolet, ya no quedaba nadie para protestar.
Esta adaptación de la conocida plegaria sobre el avance del nazismo, equiparable en violencia al ruido, se ha incumplido por fortuna en Mallorca
Los vecinos se han negado a la sumisión, y han reaccionado con decisión contra los atentados sonoros.
Han pillado desprevenido al ayuntamiento, pero hay una ley irrefutable en la agresión a los vecinos mediante el ruido.
Los propietarios y delincuentes de los establecimientos que atemorizan a sus vecinos nunca viven en la zona donde agreden.
No tolerarían convertirse en víctimas de su propio ruido.
Por eso, ahora que el ruido golpea barriadas antaño impensables, hay que preguntarse si allí viven los empresarios que antes atormentaron a los vecinos de Magaluf, Playa de Palma, o la Lonja.
No les extrañe, porque el ruido torturador se difunde de la manera más inesperada.




