¿Quién piensa por nosotros?

Mahón

Puede sonar apocalíptico o exagerado pero las reflexiones del autor están bien fundamentadas. La sociedad de hoy se está apoyando en las herramientas tecnológicas de tal manera que pierde a la misma velocidad las habilidades o aptitudes que antes tenía. Un ejemplo es la memoria. Cuando apuntamos algo en nuestra agenda o subimos una foto a nuestra nube, nuestro cerebro se da el permiso de olvidarse porque ya está allí nuestro dispositivo para sacarlo de nuevo cuando haga falta.

Como éste, otros muchos ejemplos nos invitan a prestar atención a lo que estamos perdiendo en favor de la inteligencia artificial o de la vida cómoda que nos ofrecen, por cierto, unas pocas empresas tecnológicas que lo controlan todo. Y cuando decimos todo, nos referimos a muchos más aspectos que ni tan solo tenemos presentes; nuestro teléfono móvil sabe dónde estamos, dónde hemos estado y casi (cruzando datos con nuestra agenda) dónde queremos estar. Por otro lado, la red social nos ha visto en cada momento destacado de nuestras vidas y conoce nuestras relaciones con los demás, conoce nuestros gustos y aficiones y nos arenga para que consumamos en este terreno donde, probablemente, será más fácil que generemos gasto.

Según Hidalgo, que es emprendedor en empresas de base tecnológica y que ha ido constatando cada vez más estas evidencias, estamos en un estadio aún inicial de todo esto. No es tarde para marcar unas reglas que no nos condicionen ahora o en el futuro. Dejar el teléfono móvil fuera de lugares como la mesa a la que nos sentamos a comer, o en la mesita al lado de la almohada, o limitar el uso por tiempo o por edad, no son tonterías. Debería estar mucho más controlado porque, de lo contrario, nos sometemos nosotros al control de estos poderes fácticos que representan, de hecho, unas pocas empresas que se pueden contar con los dedos de una mano.

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