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Opinión

Que no pare la fiesta

De las célebres Nochebuena y Nochevieja que acabaron a las diez de la noche, una privación de libertad sin comparación en todo el planeta

La línea roja - Matías Vallés (18/01/2023)

Palma

Los habitantes de Balears tenemos fama de introvertidos, distantes, poco dados a las efusiones festivas.

Algo importante o grave ha sucedido en los últimos años, porque la invasión callejera de Sant Antoni no tiene precedentes, y probablemente será superada por las convocatorias de Sant Sebastià.

No se puede hablar de recuperación de un espíritu festivo, porque antes no existía.

Estaríamos más bien ante el descubrimiento de un fenómeno.

Los baleares se han dado cuenta de que la fiesta no consiste solamente en una reivindicación del espíritu colectivo, sino también en una afirmación individual en medio de la muchedumbre.

Y este mantenimiento de la propia identidad se ajusta mejor al temperamento local.

Cada sociólogo tendrá su interpretación, los profanos solo podemos especular que la población festiva se toma la revancha de los dos años de confinamiento.

De las célebres Nochebuena y Nochevieja que acabaron a las diez de la noche, una privación de libertad sin comparación en todo el planeta.

Y sin ninguna necesidad.

La fiesta tiene, pues, una componente de pacífica protesta.

Debe asentar la imposibilidad de que se vuelva a coartar la libertad individual con la excusa de un virus.

Bajo esta premisa, que no pare la fiesta.