"Entranyable i familiar, on pots trobar el de sempre. No és una cafeteria més", es la Xurreria Rosaleda
Al frente del legado, la tercera y cuarta generación: Antònia Gelabert, Joan Ferrer y Xavier Ferrer
Xurreria Rosaleda- Tres euros con dos pesetas
Palma
Ubicado en la calle Costa de la Pols, este local es parada obligatoria en multitud de ocasiones. Para desayunar un día festivo, para merendar en navidades o aquellos días de invierno, en los cuales la lluvia reina, la luz del día decae a las cinco de la tarde y lo único que se divisa por la calle es las manos con guantes frotándose intentando generar calor. Quién atraviesa la puerta busca calmar el frío con algo caliente. Hace más de 5 décadas que la xurreria Rosaleda abrió sus puertas.
Dolores Fábrega y Francisco Bonnín deciden asentar el negocio en esta céntrica calle. Corría el año 1966. Luego cogieron el relevo Lucas Gelabert y María Bonnín. Más tarde, los protagonistas de este reportaje tomarán el legado: Antònia Gelabert, Joan Ferrer y también su hijo, Xavier Ferrer. Y aunque podamos creer que siempre fue así, que la churrería comenzó en el local, la verdad es que sus inicios fueron muy distintos.
Empezaron de pueblo en pueblo, en mercados, en ferias. Francesc Bonnín y Dolors Fàbrega se dedicaban a la venta ambulante de buñuelos, manzanas confitadas, frutos secos. Conocidos por estar en la Feria del Ram y en las fiestas de Sant Joan, en Menorca.
Quién conoce más la historia y vida de la churrería es Antònia Gelabert. Hija la familia Gelabert- Bonnin; nieta de la família Bonnin-Fábrega. Hubo un espacio de tiempo, entre la venta ambulante y la adquisición del local que la churreria estuvo en Barcelona, bajo el nombre la xurreria Imperial. Fue durante la Guerra Civil.
Al principio, cuándo Francisco y Dolors abrieron el negocio, en los años 60, combinaban la venta en el local con la venta ambulante en verano. Palma quedaba vacía en la época estival, la mayoría de los residentes, nos cuenta Gelabert, se iban a sus segundas residencias. Fuera de Ciutat. Cuándo llegaba ese momento, cuándo Palma, aunque, a día de hoy nos parezca increíble quedaba desierta...la abuela de Antònia Gelabert se llevaba la churreria a s'Arenal.
Y, muchos pensarán: ¿y todo esto en verano? Pues sí. Pero, además, no ha cambiado mucho a día de hoy. Por mucho calor que haga, y aunque los termómetros marquen temperaturas, como este pasado verano, a 40 grados...los turistas siguen pidiendo churros y el chocolate caliente.
Es más, gracias al turismo ya no tienen que cerrar en agosto como hacían antiguamente. Gracias al turismo pueden vivir del chocolate con churros también en verano. Por cierto, que la voz que nos lo contaba es Xavier, hijo de Antònia Gelabert y Joan Ferrer, él es la cuarta generación que está cogiendo el relevo del oficio de hacer churros. Lleva 8 años trabajando en el negocio y toda la vida aprendiéndolo.
Xavier mantiene la receta de sus abuelos y da mucha importancia a la calidad de la materia prima. Este es alguno de los secretos de la receta. Estas son las cosas que no cambian. Las que sí lo hacen son los utensilios para hacer el producto.
El local, situado en el número 2 de la calle Costa de la Pols, es relativamente grande. Una luz cálida, de tonalidad amarillenta, alumbra el espacio. Mesas de mármol repartidas por el espacio acogen a los clientes. Nada más entrar a la derecha te encuentras a Xavi haciendo los churros. A mano izquierda queda la sala. Nosotros: Antònia, Joan, también Xavi y yo nos sentamos en una de las mesas que quedan en un rincón. El local ha sido reformado en dos ocasiones.
Joan Ferrer se conoce la historia de la churreria al detalle. Marido de Antònia Gelabert y padre de Xavi Ferrer. No hay detalle que desconozca. Del local en si, de la calle, pero también de los inicios de sus suegros y los abuelos. Durante el encuentro, hay veces, incluso, que Antònia le lanza miradas cómplices buscando el dato o información para acabar de completar los huecos que su memoria no consigue rellenar del relato. Es su historia también. La de ambos. Como anécdota, dónde ahora nos sentamos los clientes, fue dónde un día Antònia incluso durmió.
Y así, van cumpliendo años. Viendo como el tiempo pasa, la calle cambia pero ellos se mantienen. Y lo hacen gracias a ellos. Los clientes. En la xurreria Rosaleda encontramos el perfil de cliente fiel. Han ido pasando de generación en generación y cuándo tardan mucho en ir...se preocupan.
"Entranyable i familiar on pots trobar el de sempre. No és una cafeteria més". No se me ocurre un mejor final para este recorrido por la historia de la Xurreria Rosaleda que la opinión de alguien que los conoce de toda una vida.
Un agradecimiento para Antònia Gelabert, Joan Ferrer, Xavier Ferrer, Jaume Solà y Francisca Carrió por participar en el reportaje.