Sociedad

Histórico 'I Puritani' en Maó

El elenco, de autentico lujo, ofreció una representación que quedará para la historia

'I Puritani'

Maó

Noche de ensueño en el Teatre Principal de Maó con un ‘I Puritani’ que quedará grabado en la retina de los aficionados de la ópera por mucho tiempo.

El título de Bellini, uno de los más complejos del ‘bel canto’, precisa de verdaderos especialistas para ser representado con éxito y, en el caso de Maó, el elenco cubrió sobradamente el requisito.

Poder contar, en una plaza tan pequeña como Menorca, con un reparto encabezado por Celso Albelo, Ruth Iniesta y Simón Orfila es, sin duda, un nuevo logro de la asociación de los ‘Amics de s’Òpera de Maó’ que, año tras año, va elevando el nivel de sus temporadas de ópera.

Entrando en materia… pocos roles son tan endiablados como el Arturo que encarnó Albelo. El tinerfeño, tras dos décadas siendo referencia en el rol, se abre ahora a nuevos retos y se despedía del personaje en Maó.

Quizá considera el tenor que ya no puede aportar más al personaje y es momento de iniciar otras aventuras, pero si lo abandona no es por falta de facultades. Su interpretación fue sublime, demostrando de nuevo la belleza de su línea de canto, imprimiendo una fuerza dramática capaz de mantener vivo al personaje en todo momento y exhibiendo, una vez más, unos agudos estratosféricos que cautivaron al público menorquín.

Para la historia quedará su ‘Credeasi misera’, con un ‘fa’ sobreagudo que ya ningún tenor se atreve a afrontar en una representación en directo, pero que Albelo regaló a un auditorio, el de Menorca, especial para él.

El rol de Elvira, más allá de su complicadísima pirotecnia vocal, requiere una sensibilidad especial. Hay que saber meterse en el papel y sentir desde dentro esa locura de ida y vuelta que experimenta el personaje belliniano, y en eso Ruth Iniesta es uno de los mayores exponentes, no solo a nivel nacional, si no también internacional. La soprano entiende y da vida de una forma extraordinaria a esa mujer amante que vive siempre en el filo del abismo. Su interpretación es mayúscula, especialmente sobrecogedora en su encarnación de la locura.

Sir Giorgio Valton fue interpretado por el bajo Simón Orfila, quien sigue exhibiendo unas cualidades vocales extraordinarias. Su gran caudal de voz es capaz de cautivar a cualquier audiencia, sobre todo a la de Maó, que le obsequió con una larga ovación tras su exquisita interpretación del ‘Cinta di fiori’.

Una de las grandes sorpresas de la noche fue el joven barítono Stefan Astakhov, incorporación de última hora tras la cancelación de Davide Luciano. Con solo 26 años, el cantante nacido en Moscú pero de nacionalidad germana ofreció un Sir Riccardo con especial lirismo y mucha solvencia.

El elenco lo completaban Lydia Vinyes-Curtis como Enriqueta, Pancho Corujo como Sir Bruno, y Luís López como Lord Gualtiero. Los tres ofrecieron la solidez vocal e interpretativa necesarias para completar este elenco de lujo.

En el foso, Óliver Díaz condujo con solvencia y determinación a la Orquestra Simfònica de les Illes Balears, que supo adaptarse en todo momento a las exigencias de su maestro y ofreció pasajes de especial belleza.

La estrecha boca del escenario mahonés supone siempre un reto para la dirección escénica, habitualmente acostumbrada a mayores amplitudes. Es por eso que hay que poner en valor el extraordinario trabajo de Giorgia Guerra. La ‘regista’ supo adaptar su propuesta dramática al palco escénico del Principal, con un ambiente minimalista que consiguió crear una efectiva caja de resonancia que centraba toda la atención dramática en los cantantes. Fue encomiable su trabajo para crear la escena del segundo acto, donde el coro interpreta ‘Ah, dolor! Ah, terror!’ en un cuadro de excepcional belleza.

EL MILAGRO MENORQUÍN

Que haya ópera en Menorca es un milagro. Literalmente. No existe en España, ni en Europa, una ciudad de 30.000 habitantes que sea capaz de programar óperas de este nivel.

Maó se alimenta de la tradición, del hecho de tener el teatro de ópera en activo más antiguo de España. Pero eso, por sí solo, no sirve. El milagro de Maó tiene nombres y apellidos. El milagro de Maó se cimienta sobre las espaldas de personas que se han empecinado en mantener viva esa llama. Generaciones y generaciones de amantes de la lírica que han ido poniendo, de forma altruista y desinteresa, su granito de arena para que el milagro de la ópera en Menorca siga vivo.

Herederos de esta tradición son los cuarenta cantantes del coro. Se trata de un grupo de amantes de la lírica que regatean horas a la familia, a los amigos, o al despertador para poder formar parte de esta locura. Ensayan nueve meses al año a cambio, solo, de dos funciones. Pagan un precio altísimo. Un título al año. Todo a cara o cruz. Por eso es necesario ensalzar su empeño, su ilusión, su puro amor por la lírica. Sin ellos, no hay ópera.

En este punto hay que destacar una figura por encima de todas, la de Cristina Álvarez. Suyo es el mérito de llevar a este coro hasta la excelencia. Nunca en Menorca un grupo no profesional de cantantes había rayado a tan gran altura. La exigencia en el trabajo, el sacrificio personal, el respeto por la historia, el compromiso con la institución y el amor por la música son el motor de estos amantes de la ópera que, contra viento y marea, mantienen en pie el milagro menorquín. Van ya van 52 temporadas… y las que quedan. La llama sigue viva.

 
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